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Actualizado: 10 de junio de 2025


¿Cómo describir aquello, sin desencadenar contra todos los fantasmas de esa noche mortal? Veo todavía claramente al médico que inclinaba sobre su rostro amigo, lo veo darme algo de beber, algo amargo, y después... nada más. Los primeros resplandores del alba aparecían pálidos por las ventanas cuando me desperté.

Luego, terminada la función, aparecían Charito y Lucía. Se despedían de Julio en un rellano de la escalera, para que Raquel y Fernando, que las esperaban abajo, no descubrieran el secreto de aquella singular decisión de preferir la cazuela a la brillante sala iluminada. Al día siguiente, si la mañana era templada, iban al paseo de Palermo.

En el interior de las casas que no eran presa de las llamas, el espectáculo era más lastimoso, porque no sólo los hombres, sino las mujeres y niños, aparecían cosidos a bayonetazos en las cuevas, y si se trataba de entrar en alguna casa, por dar auxilio a los heridos que lo habían menester, era preciso salir a toda prisa, abandonándoles a su desgraciada suerte, porque el fuego, no saciado con devorar la habitación cercana, penetraba en aquélla con furia irresistible.

A las once de la mañana, aunque el sol continuaba su curso y su Excelencia, el Capitan General, no aparecía al frente de sus cohortes victoriosas, sin embargo el desasosiego había aumentado: los frailes que solían frecuentar el bazar de Quiroga, no aparecían y este síntoma presagiaba terribles cataclismos.

En las puertas de todas las tiendas aparecían las cabezas curiosas de los dependientes, con la misma expresión que si presenciasen el último acto de un drama. Los dueños, de pie en la entrada de sus establecimientos, volvían la espalda a Las Tres Rosas y fruncían el ceño, como si les doliese presenciar aquella catástrofe.

Ella recordaba confusamente el cuadro de la habitación mortuoria, el túmulo negro, el Cristo de plata; alguien la había levantado en alto, y ella vio entonces, en el ataúd, una forma larga, cubierta desde la cabeza hasta los pies con un paño blanco; sólo aparecían las manos, traídas por encima del paño, horriblemente pálidas y tiesas. Pero no le parecieron las manos de su padre.

Las flores todas, artísticamente combinadas, aparecían sueltas, ostentando cada cual su propia forma perfectamente unidas al todo. Marta levantó el ramo en alto, diciendo con orgullo infantil: ¿No está bien?..., ¿no está bien?

Varias cúpulas desiguales, verdes y amarillas, revelaban la existencia de éstos remontándose por encima de la balaustrada final. En esta balaustrada aparecían sentados unos cuantos ángeles ó genios de bronce enteramente desnudos, con alas doradas, ofreciendo al extremo de sus brazos negros unos atributos de oro, cuya significación nadie llegaba á adivinar.

Frente al edificio se detuvo el caballo, como obedeciendo a la costumbre; pero el joven, tras de lanzar una intensa mirada a las ventanas, que aparecían cerradas o imposibilitaban toda investigación indiscreta, siguió su camino, volviendo de vez en cuando la cabeza y consultando con frecuencia el reloj como queriendo asegurarse de que no era aún la hora en que debían serle abiertas las puertas de aquella hermosa mansión.

Algo tranquilizó á Clara el verse libre de aquel malvado; pero al pensar que no había podido adquirir noticia alguna de lo que buscaba; al verse en aquel callejón estrecho y obscuro, donde no aparecían indicios de vivienda humana; al considerar que por un extremo podía aparecer un hombre y por el otro extremo otro, avanzando hacia el centro y cogiéndola entre los dos, fué tal su pavor, que estuvo á punto de caer al suelo sin sentido.

Palabra del Dia

rigoleto

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