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Actualizado: 10 de junio de 2025


El sol no había conseguido disipar la niebla; se le vislumbraba detrás de un toldo blanquecino, como si fuera una luna de teatro hecha con un poco de aceite sobre un papel. A lo lejos gritaban las agoreras aves de invierno, que después aparecían bajo las nubes, volando fuera de tiro, sin miedo al cazador, pero tristes, cansadas de la vida, suponía Quintanar. «El campo estaba melancólico.

Pero no se sorprendió al confesarse el secreto de aquella inclinación; sus impresiones anteriores le habían llevado de la mano hasta aquel punto, y las que le pasaron antes casi inadvertidas, le aparecían explicadas ahora.

Pasaba, sencillamente, que aquellos tres individuos eran de la partida del Cura y habían presentado a Bautista Urbide este sencillo dilema: «O formar parte de la partida o quedar prisionero y recibir además, de propina, una tanda de palosMartín iba a lanzarse a defender a su cuñado cuando vió que a un extremo de la calle aparecían cinco o seis mozos armados. En el otro esperaban diez o doce.

Unos acababan de devorar las sopas, con las que engañaban su hambre; otros, tendidos, regoldaban satisfechos, creyendo en una digestión que no añadía nada al quebrantado vigor de su vida; todos aparecían embrutecidos, repugnantes, sin voluntad para salir de su estado; creyendo confusamente en el milagro como única esperanza, o pensando en una limosna cristiana que le permitiese un minuto de descanso en su desesperado rodar por la cuesta de la miseria. ¡Cuánto tiempo no había de transcurrir hasta que aquella pobre gente abriese los ojos y aprendiera el camino! ¡Quién podría despertarla, infundiéndola la fe de aquel pobre mozo que caminaba a tientas, con los ojos fijos en una estrella lejana que él solo veía!...

Y en honor de la verdad se ha de decir que un rey se le iba y otro se le venía; esto es, que los mezclaba y confundía, siendo la falda de Obdulia la causa de tales confusiones, porque el sabio no podía menos de admirar aquella atrevidísima invención, nueva en Vetusta, mediante la que aparecían ante sus ojos graciosas y significativas curvas que él nunca viera más que en sueños.

Esperaban tomar algún dinero, ya sea de los jornales de sus hijos, pues se aseguraba que admitían en la mina hasta los niños de diez años, ya de la venta de las frutas, huevos, manteca, etc. Pero las mujeres aparecían unánimemente adversas á la reforma. Su espíritu más conservador les hacía repugnar un cambio brusco.

¡Arruinados! ¿Era posible? ¿Y todos los cuantiosos caudales que venían hasta ellos, por incontables alianzas, desde los más remotos antepasados, todas aquellas mercedes de los Reyes, todos aquellos señoríos de Segovia, todas aquellas casas y heredades en Avila y su tierra, que aparecían mentados a cada paso en sus pergaminos?

Se había levantado y paseaba, enfundadas las manos en los bolsillos; francamente, y con el respeto debido: S. E. tenía una facha muy lastimosa; a la luz del balcón, el paño negro de su traje mostraba un lustre indiscreto, sin duda del mucho uso, los golpes de grasa aparecían sin recato, y la caspa sobre hombros y espalda, tan visible, que se diría haber estado expuesto a espesa nevada.

Algunas tardes, deseando respirar libremente, salía a pasearse por la montaña hasta la noche. La brisa era siempre deliciosa y traía de los cortijos un perfume de azahares que reblandecía la voluntad y alejaba toda idea de penitencia. Sonrisas de mujeres, carmines de labios entreabiertos, maliciosos pestañeos, aparecían ante él en la penumbra rosada o bajo la sombra azul de los árboles.

Las puertas de los palcos abríanse con estrépito, y aparecían en las barandillas, cubiertas con los colores nacionales, las mantillas blancas, las caras risueñas, los peinados con flores; toda una primavera que era saludada a gritos por los entusiastas de abajo, puestos en pie sobre los banquillos de madera.

Palabra del Dia

rigoleto

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