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Actualizado: 1 de junio de 2025
Porque en las raras ocasiones en que se había entibiado para él el favor de su majestad, si bien es cierto que nunca el rey le había hecho hacer antesala ó antecámara, le había hecho hacer cámara. Tomólo primero su orgullo á casualidad: pero pasó un cuarto de hora, y esto era ya mucho; pasó media hora, y esto era ya demasiado.
Y seguía don Francisco, pero dando vueltas á su poderosa imaginación. ¿Qué será, qué no será?... lo que fuere sonará dijo al fin, cansado de cavilar y entrando en una galería alumbrada, á donde daba la puerta de la primera antecámara del cuarto del rey.
Mas cuando el alabardero de guardia a la puerta de la Saleta dio el golpe de alabarda que anuncia la llegada de un Grande de España, crecióse el orgullo de Currita, despertó de nuevo su energía, y armada de toda su audacia atravesó la antecámara y penetró en la cámara misma, dispuesta a comenzar la batalla, creyendo encontrar allí a la camarera mayor o al gentilhombre de servicio, o quizá a todos juntos.
Permanecimos breves instantes en silencio. Cesó el clamor callejero, pero oímos rumor de voces y pasos en la antecámara. Empecé a hablar sobre diversos temas, y al cabo de algunos minutos me pregunté qué se habría hecho del Duque.
Pero sin duda le iba faltando la paciencia, porque levantóse de repente y se despidió en breves frases. Sin embargo, llegado a la puerta, se detuvo para decir: Tres caballeros a quienes estimo, desean vivamente ser presentados a Vuestra Majestad. Esperan en la antecámara.
Mientras tanto, los invasores llegaban a una antecámara completamente desierta, y el que parecía capitanearlos comenzó a golpear el suelo con su bastón de borlas, citando a la condesa de Albornoz en nombre de la justicia. Era este individuo el jefe de orden público, y venía en nombre del gobernador a registrar el palacio de la condesa e incautarse de todos sus papeles.
La mujer, que era una doncella de la condesa de Lemos, le llevó á la antecámara de la reina, donde le salió al encuentro doña Catalina de Sandoval. Gracias á Dios que el rey os ha soltado dijo. ¿Y por qué esas gracias? Os esperan. ¿Dónde? En el oratorio de la reina. Pues no adivino. ¿No os ha dicho el rey que vos debéis representarle como padrino de una boda?...
Apenas había dejado el cocinero mayor las escaleras, cuando el galopín Cosme Aldaba se quitó el mandil y el gorro, y bajó á las galerías del alcázar, dirigiéndose á la antecámara de pajes del cuarto de la reina, á cuya puerta se paró. A poco un paje talludo, rubicundo, de mirada aviesa, salió.
Recordará el lector que Gualtero y Roger se habían quedado en la antecámara, donde no tardó en rodearlos animado grupo de jóvenes caballeros ingleses, deseosos de obtener noticias recientes de su país. Las preguntas menudearon: ¿Sigue nuestro amado soberano en Windsor? ¿Qué nos decís de la buena reina Felipa? ¿Y qué de la bella Alicia Perla, la otra reina?
Destacado en la oficina árabe, está rebajado del servicio de cuartel y siempre se le ve en la calle, de guante blanco, recién rizado, con grandes cartapacios bajo el brazo. Es admirado y temido. Es una autoridad. No hay duda; aquella historia del rosario robado lleva trazas de no acabarse nunca. ¡Buenas tardes! No espero el final. Al marcharme, está en efervescencia la antecámara.
Palabra del Dia
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