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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Empezó a llamar la atención de los vetustenses aquel militar que sabía de letras más que muchos paisanos, y el mismo Bedoya se animaba al trabajo con la gracia de lo que a él se le antojaba contraste de la artillería y la literatura. Poco a poco llegó a ser miembro, ya correspondiente, ya de número, de muchas sociedades científicas, artísticas y literarias.
Siguiendo nuestro camino encarados al Oeste, llevábamos continuamente a la izquierda, aguas arriba, el cauce del río, con sus frescas y verdes orillas y rozagantes bóvedas y doseles de mimbreras, alisos y zarzamora, y topábamos de tarde en cuando con un pueblecillo que, aunque no muy alegre de color, animaba un poco la monotonía del paisaje.
Pero, pasado el primer dolor, se animaba, se enardecía, embriagándose en la amargura de su desgracia. Había conocido por primera vez el tormento de los celos. Desde algunos meses antes, se mostraba triste, con nerviosidades y arrebatos impropios de su carácter. ¿No lo había notado Aresti?
Tenía hermosos ojos y muy correctas facciones; y sin dejar de ser animosa para todo, faltaba casi siempre en sus actos y en sus dichos el color de la sinceridad, lo cual se atribula, más que a un vicio de su carácter, a que rara vez la animaba el calor del entusiasmo. Sagrario era una rubia inquieta y bulliciosa, ávida de impresiones, de aire, de luz... y de golosinas.
Entonces yo, presa de grande angustia, me acerqué al retrato y ví que se animaba. Una nube de tristeza nubló el semblante de mi madre, y las lágrimas que brotaban de sus ojos cayeron con mayor abundancia. Se movieron sus labios y oí una vez más la voz que veinte años enmudeciera. ¡Hijo mío! ¡Siento una gran piedad por tí!
Serafina siempre se inmutaba al entrar en escena; él la animaba con una sonrisa que ella parecía agradecerle con los ojos, cariñosos, maternales, como pensaba el marido de Emma.
El ruido sordo de las ruedas del coche y el cascabeleo de las mulas contribuían a sumergirla en este arrobamiento. Cuando terminaron, quedó largo rato ensimismada. Por su gusto aquella oración no se hubiera terminado nunca. Pero el joven presbítero se había puesto el sombrero y miraba otra vez por la ventanilla. El paisaje se animaba bajo la claridad rosada de la aurora.
Hullin observaba a la anciana mujer, cuya mirada se animaba, y, a su pesar, sufría la influencia de los mismos temores. Oiga usted, Catalina dijo Juan Claudio de improviso , cuando habla usted de un modo razonable no seré yo el que la contradiga... Lo que dice usted ahora es posible... No lo creo, pero es preciso salir de dudas.
Ana trataba a todo Vetusta, pero con los hombres siempre habían sido poco íntimas sus relaciones. Sólo Paco y Frígilis eran amigos de confianza. No era expansiva; su amabilidad invariable no animaba, contenía. Visita aseguraba que aquel corazoncito no tenía puerta. Ella no había encontrado la llave, por lo menos.
Toda la costa nos pertenecía, en todas partes bailábamos, pasábamos el domingo entero en fiestas y por la noche, o el lunes de madrugada, nos poníamos en viaje para la ciudad. El pobre viejo se animaba con sus recuerdos, y después, como despertado de su sueño por el presente, proseguía: ¡Qué disparate he hecho en casarme, Julio, con una mujer tan joven!
Palabra del Dia
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