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Actualizado: 23 de mayo de 2025
La noche anterior había bajado á tierra para ir al teatro. Todos los gustos literarios de Tòni y sus emociones estéticas se concentraban en la zarzuela. Los hombres de talento no habían podido inventar nada mejor. De ella iba sacando los canturreos con que animaba sus largas permanencias en el puente.
Pero cuando se está frente al Salto, viviendo en su atmósfera, contemplando su grandeza soberbia, se comprende que la cantidad de valor necesaria para pegarse un tiro o hundirse un puñal en el corazón, es un átomo insignificante, al lado de la resolución soberbia e impasible que animaba a Manfredo en la cumbre del Jung-Frau y que se desvanecía ante la grandiosa serenidad de la muerte bajo esa forma.
Por otro lado, además, hasta fines del siglo XVII, se escribieron y representaron nuevos dramas, que, si bien groseramente, conservaban la forma y el estilo de los antiguos, aunque careciesen del soplo poético que á aquéllos animaba.
En suma, Híala, cuando no duerme en el mismo desvanecimiento en que se encuentra sumergida, oye, entiende y conoce. Todas las demás facultades de su mente están en suspenso, pero el lograr que vuelvan al manso curso que animaba regaladamente esa infantil, y casi divina existencia, es lo difícil, es lo casi imposible; pero en manos está el adufe, Mohamad hermano, que bien lo sabrá repicar.
Total, que de los monumentos de Santiago se atenía el marqués a uno de fábrica muy reciente: su prima Rita. La proximidad de la fiesta del Corpus animaba un tanto la soñolienta ciudad universitaria, y todas las tardes había lucido paseo bajo los árboles de la Alameda.
Y el viejo se animaba, se erguía, apoyándose en su bastoncillo, y al hablar de su querida tienda, una oleada de sangre daba color a su cara fresca de anciano bien conservado. No; yo no puedo callar; esto apresurará mi muerte. Necesito tranquilidad, y no me acuesto ninguna noche sin llevar en el cuerpo un berrinche más que regular.
Van-Horn, con la caña del timón en la mano, la barba revuelta y los ojos muy abiertos, miraba sin pestañear las olas y trataba de evitarlas para que no los tomaran de través; Hans, Cornelio y el chino, pálidos y aterrados, se ocupaban en achicar el agua que entraba por las bordas de la chalupa. Van-Stael de vez en cuando los animaba con una palabra o con un gesto, y les preguntaba: ¿Tenéis miedo?
Tres soldados nuestros movidos de su codicia, ó quizá de la hermosura y bizarría de la mujer, la fueron siguiendo. Reconoció el marido sus enemigos y el cuidado con que le venian siguiendo. Hechó el caballo de su mujer delante, y con el alfanje le iba dando, y animaba con voces, pero el caballo se rindió al calor y cansancio.
¡Qué cosas tienes! respondió la muchacha destapando el rostro y sonriendo . Es natural que sienta dejar al pobre papá y... y a las chicas. Pues ellas murmuró el señorito me parece que no te echarán memoriales para que vuelvas. Nucha calló. El carruaje brincaba en los baches de la salida, y el mayoral, con voz ronca, animaba al tiro.
Era para creer que el mismo aliento nos animaba a la vez en una existencia indivisible y que la sangre de Magdalena, no la mía ya, circulaba en mi corazón enteramente desposeído por amor. En aquel instante sintiose un poco de ruido en un palco situado al otro extremo de la sala y en él entraron dos mujeres solas, vestidas con gran lujo y llegando tarde para causar más efecto.
Palabra del Dia
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