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Actualizado: 16 de junio de 2025
Pero el sonido metálico y vibrante del molinete se oye: comienzan á levar anclas, y es preciso separarse.
Estaban ya embarcados los dos carneros, y seguia Candido de léjos en una lancha para ir al navío que estaba en la rada; el patron se aprovecha de la ocasion, leva anclas, y sesga el mar llevando el viento en popa. En breve le pierde de vista Candido confuso y desatentado. ¡Ay! exclamaba, esta picardía es digna del antiguo hemisferio.
Y mientras tanto, los calafates, brocha en mano, pinta que pinta. El cañonero echó anclas al mismo tiempo que desaparecían en la entrada del pueblo los últimos despojos de la barca. Yo me quedé en este sitio, queriendo verlo todo, y para mayor disimulo ayudaba á unos amigos que echaban al mar una lancha de pesca.
Al entrar en la boca tendrá una y media braza sin el flujo, y con este una braza mas: y, habiendo entrado como media milla para adentro, se encuentran dos brazos sin aquel, y tres con él; donde se fondeará cerca del arenal grande de la mano derecha, señal dos anclas, demorando entonces al N. 45° O los medanos primeramente observados en B, y el arbol de que se ha hecho referencia D, al rumbo S 67° 30' O.; demorando tambien unos pequeños médanos, letra C, al S 40° O.
En tierra hallaron algunos matorrales quemados poco antes. A las 6 de la tarde entraron mas adentro, hasta poner el navio defendido de todos vientos, y le amarraron con dos anclas. Habiendo dado fondo en marea alta en nueve brazas, luego se quedaron en solas tres brazas, aunque el fondo es bueno de barro blanco.
Estaba en nuestra nave un pariente de D. Pedro, llamado D. Jorge de Mendoza, que se habia enamorado de la hija de un vecino de la Palma: pues habiendo el último dia levado anclas, salió á tierra D. Jorge con doce compañeros, acerca de las doce de la noche, y la robaron, trayéndola á la nave con una criada, sus vestidos, joyas y dinero; y ocultamente la metieron en nuestro navio, sin que el capitan Enrique Peyne supiese nada.
Vestía de negro, la cara rasurada, la boina grande, de gascón; llevaba patillas cortas, que entre los marinos franceses solían llamar patas de conejo, y por debajo de la manga se le veían en las dos muñecas unas anclas tatuadas, de color azul. Tenía la nariz larga, los ojos pequeños, las cejas como pinceles y un rictus sardónico en los labios.
Mis manos han tropezado con un hacha, clavada aún en la madera. Y ¿quién puede haber sido ese criminal? El salvaje, señor. ¡Ah, miserable! gritó Van-Stael . Sí; ahora comprendo: aquel infame, después de haber roto las cadenas de las anclas, abrió esta vía para impedirnos huir. ¿Y es muy ancha? Las olas deben haberla agrandado, porque tiene como pie y medio. ¡Estamos, pues, perdidos!
En último término, el castillo de proa, espacio triangular que tenía en su vértice un pequeño mástil para la bandera de la Compañía cuando el buque entraba en los puertos. Y en este triángulo, ocupado por los cabrestantes a vapor que elevaban o descendían las anclas, también abrían los ventiladores sus tentáculos respiratorios, sus bocas de serpentón ávido de oxígeno.
Sin embargo, la hora de levar anclas se iba acercando y el capitán se había apartado de la mesa y andaba de un lado á otro dando órdenes. Los marineros comenzaban á moverse ejecutando las maniobras preventivas. Soledad y Manolo se habían aproximado y charlaban un poco retirados de los demás. El caballero de Medina la embromaba suponiendo que estaba triste y que hacía esfuerzos por ocultarlo.
Palabra del Dia
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