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Yo, señor, dixo él, soy mozo, soy rico, y soy enamorado: partes que deshacen en la flogedad que infunde la poesia: por la mocedad tengo brio; con la riqueza con que mostrarle: y con el amor con que no parecer descuidado. Las tres partes del camino, le dixe yo, se tiene vm. andadas para llegar á ser buen poeta. Pan. Quales son? Mig. La de la riqueza y la del amor.

Ello es que ambos salimos muy agradablemente de aquel a modo de apuro, trocándose de súbito nuestra amistad y nuestro conato de amor anacrónico en el santo y puro afecto de un padre y de una hija. ¡Padre mío! dije yo y eché al Barón los brazos al cuello. Después de esta dulcísima expansión, llamé a Madame Duval para que nos hiciese compañía.

Penetrado de su papel de padre y protector de aquella niña huérfana, hizo con ella lo que su madre había hecho con él hasta entonces; la atendió y la mimó con un amor y un esmero que conmovía a los amigos que los visitaban. Aurelia no era hermosa ni tenía gran talento; pero sentía hacia su hermano, porque su madre se la había infundido, una adoración idolátrica.

Curábale su esposa con amor, aunque no sin gritos, pues el maldecir a la marina y a los navegantes era en su boca tan habitual como los dulces nombres de Jesús y María en boca de un devoto.

Doña Clara salió, y la reina se quedó murmurando: Ve, ve á soñar con tu primer amor. ¡Dichosa que amas! ¡Dichosa que puedes amar! Y dos lágrimas asomaron á los ojos de Margarita de Austria, que tuvo buen cuidado de enjugarlas porque se sentían pasos en la cámara. Se abrió la puerta y apareció la camarera mayor; con ella venían la condesa de Lemos y la joven doña Beatriz de Zúñiga.

Hermosa patria mía, amor de mis amores, ¿Sabes porqué mi acento hoy se dirije a , y porqué el más indigno entre tus trovadores gozoso te contempla con loco frenesí? Es porque se anonada la ardiente fantasía ante el recuerdo santo del poema de tu ayer; es porque sueño verte alta la frente un día, señora del Oriente, reuniendo por doquier.

Si entran aquí mujeres de nuestro mundo, se acabó la paz. Me buscarán á por curiosidad y por codicia, pensando en mi historia y mi fortuna; os perturbarán entablando rivalidades entre vosotros; será imposible la vida que yo deseo... Además, somos pobres. Atilio protestó sonriendo: «¡Oh! ¡pobresPobres para hacer las locuras de antes continuó el príncipe ; y para el amor se necesita dinero.

¡Oh amigo mío! puedes estar seguro de que en el mundo que habitamos hay almas a las que se castiga por una culpa antigua, o a las que se castiga tal vez anticipadamente por una falta que inevitablemente han de cometer, almas de expiación que llevan durante una generación todo el peso de la venganza divina, y que están condenadas al amor de lo imposible, como si el supremo poder que no puede, sin contravenir sus propios decretos, separar el infinito de la eternidad, hubiese querido dar la sensación de la nada en el presente; aquellos que tienen la facultad deplorable de concebir, de ver con la imaginación voluptuosidades ante las cuales las de la tierra resultan pálidas, se aniquilan estérilmente.

Si la religion reformada les ha inspirado el espíritu de independencia personal y creencia razonada y profunda, la república democrática los ha fortalecido en el amor á la libertad y el horror por el tutelaje oficial.

Nunca, ya lo respondió ella, y si alguna vez, dentro de cinco, dentro de diez años, notaras que algo parecido al amor me ata a mi marido, si te dieras cuenta que el hábito me ha trabajado hasta inspirarme por él algún sentimiento real, no pongas entonces en duda que la Adriana de ahora ya no existe y ha dejado en su lugar una criatura puro instinto, una criatura muy vil y muy despreciable.