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Actualizado: 26 de junio de 2025
En cambio se hablaba con delicia de los países lejanos y de la inviolable paz de los claustros. No faltaba, sin embargo quien amase, de veras, al Monarca, sintiendo triunfar o sufrir en él su propio orgullo fanático; la mayoría, bajo la pavorosa coerción, acababa por encomiarle.
Se vio hermosa, gallarda, toda lozanía, juventud y elegancia, y halló natural, casi forzoso, que D. Jaime la amase. Después pensó de nuevo en el P. Enrique, pero de otra manera. El mismo amor de ella hacia D. Jaime aclararía lo que en su inclinación hacia el Padre podía haber de ocasionado a dudosas interpretaciones. Esto la impulsaba a creerse y a sentirse enamorada de D. Jaime.
El proverbio dice que quien prueba mucho no prueba nada, y esto ocurría a doña Luz no bien demostraba que, no sólo el Padre estaba enamorado de ella, sino que ella estaba enamorada del Padre. Se examinaba el alma, se interrogaba el corazón, y como le respondían que no amaban al Padre, volvía a creer que sólo su presunción podía hacerle imaginar que el Padre la amase a ella.
Y no me atormentaba por amor a mí mismo, por menospreciarme, por sentir que valía yo menos. Me atormentaba porque desaparecía a mis ojos todo razonable y fundado motivo de que Beatriz me amase. »Con todo, yo estaba ciego.
Era preciso que amase mucho á Herminia y que su padrino, en el momento de salir, le hubiese recomendado de nuevo el disimulo, para que se decidiese á mentir de aquel modo. Pero no le fué necesaria mucha habilidad. En un instante, la actitud de la señorita Guichard había cambiado. Su violencia desapareció, las nubes de su frente se disiparon y con la faz radiante, sonrió á Mauricio como á un amigo.
De acuerdo contestó doña Luz . Yo no sé si amaría a D. Jaime, si él me amase; pero de seguro que no le amaría, si yo fuese rica y llegase yo a sospechar que por hacer un negocio él me amaba. Ve ahí por qué no me casaré nunca. Rica yo, recelaría siempre que no me amaban por mí, y pobre, recelo que no me amen hasta el extremo de que se sacrifiquen amándome.
¡Abominaciones! interrumpí escandalizada; ¿qué señor cura, os parece abominable que Francisco I fuese generoso y amase a las mujeres? ¿Que vos no las amáis? ¿Que dice? rugió mi tía, que habiéndome escuchado atentamente desde hacía unos instantes, sacó de mi pregunta los pronósticos más desastrosos. ¡Desfachatada! sin...
El Vizconde, a pesar de tantos saludos y conversaciones diversas, no dejaba de insistir en su pretensión. De vez en cuando, en los intermedios, esto es, siempre que Rafaela dejaba de hablar a una persona para ir a hablar con otra, el Vizconde, con palabras rápidas, dichas casi al oído de ella, le rogaba que le amase. Ella parecía no oír o no entender y no le daba respuesta.
Ahora que presiento una desventura, veo que es pecado lo que yo no creía que lo fuese. Yo misma me examino, me juzgo y me condeno. Mira, Paco: yo he creído que un hombre me amaba, y, aunque no pagaba su amor, me complacía y me enorgullecía de que me amase. Su amor estaba de tal suerte refrenado por el respeto, que jamás se mostró en palabras. Yo le adivinaba; no le veía.
¿Y si no es una calumnia? dijo con voz cavernosa, después de algunos minutos de meditación ¿si en efecto ella... olvidada de todo, le amase?... ella me escribió anoche... él trajo su carta... anduvo muy reservado en sus contestaciones... y es joven y hermoso... tiene esa figura, esa expresión... ese conjunto... esa alma... ese todo que tanto agrada á las mujeres... y la carta de la reina... me le recomendaba eficazmente... veamos otra vez esa carta...
Palabra del Dia
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