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Actualizado: 7 de junio de 2025


Era casi circular y alcanzaría dos kilómetros de diámetro. Nada más fértil y frondoso que aquel pedacito de tierra llana circundado de altísimas montañas. Todo él estaba dedicado á pradería y semejaba una alfombra donde los setos guarnecidos de avellanos trazaban los dibujos. El río corría por el medio más sereno y tranquilo que en la cañada.

Salieron de los Pazos tempranito, porque bien necesitaban toda la larga tarde de verano para cumplir el programa; y acaso no les alcanzaría, si no fuese porque a las señoritas de Molende no las encontraron en casa; una mocetona que pasaba cargada con un haz de hierba explicó difícilmente que las señoritas iban en la feria de Vilamorta, y sabe Dios cuándo volverían de allá.

Porque él jugaba en la Bolsa, , señor, convencido de que la carrera de abogado no le sacaría nunca de pobre, y de que, después de mucho romperse la cabeza, alcanzaría un título, que no sirve de otra cosa, que para adorno del apellido, y se vería obligado a mendigar un empleo, que no conseguiría sino a fuerza de hacer antesala a mucho tipo con influencia y sin educación, y de gastar saliva y paciencia.

Acaso el dolor penetre en los átomos de la materia y los haga sabrosos, así como el dolor cuando penetra en el espíritu le purifica, le acendra y le presta bondad, hermosura y merecimientos que nunca sin el dolor alcanzaría. No deberíamos entonces decir como Epícteto: ¡oh dolor! nunca confesaré que eres un mal; sino ¡oh dolor! eres un bien y el crisol de las mayores excelencias y virtudes.

¿Va de caza, señorito? le preguntó una criada con quien tropezó. No; voy a avisar al molinero para que deje en seco la acequia. Quiero pescar esta tarde. Salió a la carretera y siguió la dirección de Nieva esperando que el coche de sus padrinos le alcanzaría, como así sucedió a la media hora poco más o menos. Peña y don Rudesindo estaban fuertemente alterados.

Pronto lo alcanzaría éste; el viento era escaso; de vez en cuando una ráfaga; luego la calma ecuatorial, densa, anonadadora, que parecía gravitar sobre el Océano, conmovido apenas por ligeros estremecimientos. Marcábase de pronto sobre este mar luminoso un gran redondel negro.

Apretó el paso pensando que Fortunata no debía de andar muy a prisa y que la alcanzaría pronto. «¿Será aquella?». Creyó ver la toquilla azul; pero al acercarse notó que no era la nube de su cielo. Cuando veía una mujer que pudiera ser ella, acortaba el paso por no aproximarse demasiado, pues acercándose mucho no eran tan misteriosos los encantos del seguimiento.

Me senté, pues, a la mesa, prometiendo a los demás comensales que pronto los alcanzaría; pero por más que hice y por bien que jugué mis mandíbulas, no logré impedir que todos concluyeran antes que yo, y como hacía un día espléndido y figuraba en el programa un paseo por el lago, me manifestaron que salían a dar una vuelta mientras yo terminaba de almorzar y concediéronme diez minutos, asegurándoles yo que aún me sobraría tiempo.

Cuando las grandes mareas alcanzaría hasta media legua, lamiendo las faldas de las colinas cubiertas de pinos que a uno y otro lado cerraban la cuenca. En la hora de bajamar el agua se retiraba por completo, dejando apenas un hilo estrecho y retorcido que corría por el centro.

El testigo recordaba también que, hablando con el difunto de diferentes cosas, le había dicho que muchas personas eran de parecer que él, Antonio Pérez, debiera haber aceptado la pensión de doce mil libras que el Rey Enrique IV quería otorgarle en consideración á su edad, enfermedades y falta de medios de subsistencia, y que Pérez había respondido que no se arrepentía, así faltaran á la palabra que le dieron, antes, por el contrario, que si todavía le hicieran la misma proposición segunda vez, la rehusaría con objeto de probar la verdad con que tantas veces había hecho manifestación de fidelidad al Rey de España, su soberano, y con la esperanza de que con tal proceder alcanzaría su gracia.

Palabra del Dia

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