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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Y estas extremidades se han de tocar en la piedra imán de esta manera: la parte que está debajo de la flor de lis se ha de refregar con aquella parte de la piedra que corresponde al norte, y esto bastaba para la perfección del aguja; pero algunos quieren para superabundancia tocar la otra parte del fierro con aquella parte de la piedra que corresponde al Sur.
Por un instante, da rienda suelta a su fantasía; pero su respiración se hace cada vez más penosa, sus pensamientos se obscurecen; a cada pulsación, un dolor, penetrante como una aguja, le atraviesa las sienes; le parece que va a ahogarse bajo la intensidad de los perfumes. Reuniendo todas sus fuerzas, se levanta y abre una de las hojas de la ventana. Pero tampoco encuentra allí reposo ni frescura.
Sobre el centro giraba una alidada ó fiducia con dos pínulas ó almenillas y dos agujeros en cada una; el primero grande cuanto cupiera un alfiler gordo, que servía para tomar la altura de las estrellas; el otro tan sutil cuanto cupiera una aguja de labrar, y éste servía para la altura del sol.
Diga usté que no sabe coser por lo fino..., ni esta tarascona de mi hermana.... ¿Lo ve?... Lo mismo coge la aguja que las trentes. ¡Tisana, qué camisa me está cosiendo!... ¡Á ver si das más cortas esas puntadas!... ¡El demonio del renacuajo!... ¿Cuándo soñaste tú en gastar levita? ¡Después que me llevo mes y medio sin pegar el ojo por servirle á él!... Madre, yo no coso más.
Poco á poco, aunque no con mucha lentitud, los trabajos de Ester se fueron haciendo de moda, como hoy se dice, ya por compasión hacia una mujer cuyo destino había sido tan desgraciado, ya por la mórbida curiosidad que da un valor ficticio á cosas comunes ó que no tienen ninguno, ya porque entonces, como ahora, se concediera á ciertas personas, por cualquiera razón, lo que otros solicitan en vano, ó porque Ester llenara realmente un vacío que se dejaba sentir; es lo cierto que halló frecuente empleo para su aguja, y bien remunerado.
Lugar y ocasión admirables eran aquellos para reflexionar, con los trapos sobre la falda, la aguja en la mano, los espejuelos calados, la cesta de la ropa al lado, el gato hecho una pelota de sueño a los pies de su ama. Aquel día doña Lupe tenía, más que nunca, materia larga de meditaciones.
El gran monstruo midió de una mirada el volumen de sus miembros multiplicados y la anchura del arco por donde había de pasar. El camello iba á pasar por el ojo de la aguja. Hubo un movimiento convulsivo de codos, y los abdómenes se deprimieron, giraban los cuerpos, y algunos sombreros saltaron á impulsos de las repercusiones y choques de tantas cabezas.
Sin embargo no pudo evitar al saber la desaparición de sus enemigos que corriese por su cuerpo un estremecimiento placentero. ¿De qué han muerto? preguntó con el rostro inflamado y acercándolo hasta casi besar a la mesa. Hinchazón respondió la aguja. Se le hinchó algo, ¿verdad? insistió Barragán cada vez más dulce y más insinuante con Fernández . ¿Sería el vientre quizá?
Mi cura, mi querido cura, os lo suplico, aplicad mañana vuestra misa para que el señor de Couprat no sea el Pico de la Aguja Verde. «Hasta la vista, señor cura; espero que pronto seréis cura de Pavol».
Pero venga V. acá, alma de Dios, ¿cómo quiere usted que un hombre que está a punto de matar a otro, suelte diez y siete décimas sin respirar! ¡Jesús qué disparate! ¡Amor platónico a una prostituta! ¡Usted se ha caído de un nido, joven!» El que entendía un poco la aguja de marear no se incomodaba, seguía adelante y al terminar depositaba el manuscrito en manos de D. Jerónimo.
Palabra del Dia
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