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Le miraba, pálida, con los ojos enormemente agrandados, unos ojos que parecían devorarle con su admiración. Ven, pobrecito mío... Ven aquí, soldadito dulce... Te debo algo. Y volviendo su espalda á la doncella, le invitó á doblar una esquina inmediata.

Pero yo la desoigo; quiero soñar, quiero inventarme bellas mentiras para mi consuelo. Tal vez en este vientecillo que nos roza la cara, hay algo de las manos suaves y temblorosas que me acariciaron por última vez antes de ir al presidio. El gitano había cesado de gemir, mirando a Salvatierra con sus ojos africanos, agrandados por el asombro.

Venus ocultó sus desnudeces de mármol en las ruinas del incendio, esperando renacer tras un sueño de siglos, bajo el arado del rústico. El tipo de belleza fue la virgen infecunda y enferma, enflaquecida por el ayuno; la religiosa, pálida y desmayada como el lirio que sostenían sus manos de cera, con los ojos lacrimosos, agrandados por el éxtasis y el dolor de ocultos cilicios.

Tenían la cara blanca, con una palidez mortal; los ojos agrandados por el miedo; agachábanse como si quisieran introducirse bajo la mesa. El aperador salió al patio. En medio de él, una bestia daba resoplidos, mirando a la luna, como si extrañase el verse en libertad. Junto a sus patas, yacía extendido algo blanco, que apenas si marcaba un pequeño bulto sobre el suelo.

Lo único hermoso de su rostro eran los ojos, las ventanas del llanto, agrandados por las noches de frío pasadas en la calle, por el horror de las escenas vistas en la niñez, cuando el padre se emborrachaba, con el deseo embrutecedor del obrero que quiere olvidar, y después de imaginarse un paraíso en la taberna, se enfurece ante la miseria de su casa y aporrea a la familia.

Entró con paso decidido, sin saludar a nadie, seguido del perro, que olisqueaba sus piernas con gruñido cariñoso, y fue rectamente a ocupar la silla vacía junto a Margalida: el lugar reservado a los pretendientes. Al sentarse se echó atrás la capucha y fijó sus ojos en la muchacha. ¡Ah! gimió ésta, pálida, con los ojos agrandados por la sorpresa.

Quedaban en suspenso, conteniendo la respiración, los ojos súbitamente agrandados. Sobrevenía el golpe, encabritábase la proa, remontábanse en el espacio los dos fantasmas de espuma para desplomarse en cascadas, y un «¡ahde satisfacción descongestionaba los pechos.

Pero así que llegaba la primavera y Juan salía de su casa para torear en las plazas de España, la pobre muchacha, pálida y débil, parecía caer en una estupefacción dolorosa, con los ojos agrandados por el espanto y pronta a derramar lágrimas a la menor alusión. Setenta y dos corridas tiene este año decían los amigos de la casa al comentar las contratas del espada . Nadie es tan buscado como él.

El rebelde viose de pronto en la penumbra de la gañanía, y a la luz del candil, sostenido por uno de los gitanillos, distinguió la boca dolorosa y azulada de Mari-Cruz contraída por el supremo espasmo, sus ojos agrandados por la negrura del dolor, con una expresión de angustia infinita. Pegó su oído a la piel viscosa y húmeda de aquel pecho que parecía próximo a romperse. El examen fue breve.

Los tres pisos de un ala entera habían sido echados abajo para formar una nave de catedral. Lubimoff vió á una mujer alta, enjuta, con las manos largas y transparentes, los ojos agrandados é inquietantes, que avanzaba hacia él. Iba vestida de negro, con mangas sueltas que casi barrían el suelo y un bonete blanco encañonado bajo los tules de luto.