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Actualizado: 12 de junio de 2025


Impetuosos, precipitados, no haciendo caso de las reflexiones de cuantos los oyen, sin mas guia que su torcida razon, llevados por su prurito de discurrir y hablar, arrastrados, por decirlo así, en la turbia corriente de sus propias ideas y palabras, se olvidan completamente del punto de partida, no advirtiendo que todo cuanto edifican es puramente fantástico, por carecer de cimiento.

Permítaseme esta breve digresion, que estoy lejos de tener por inútil: á la vista de la trascendencia de los errores del filósofo aleman he recordado la necesidad que hay de trabajos detenidos, asiduos, profundos, para oponerse á ese diluvio de errores que amenazan una inundacion en el campo de la verdad; y no he podido menos de insistir sobre este punto, advirtiendo que no basta impugnar, sino que es necesario establecer.

Pero Fray Diego de Berguén tenía en mucho la buena disciplina de la comunidad para permitir que ésta quedase bajo la impresión de la rebeldía triunfante del novicio; así fué que convocando nuevamente á los hermanos les dirigió una filípica como pocas, comparando la expulsión del iracundo Tristán á la de nuestros primeros padres del Paraíso, llamando sobre él los castigos del cielo y advirtiendo de paso á sus oyentes que si algunos de ellos no mostraban más celo y obediencia que hasta entonces, la expulsión de aquel día no sería la última.

La vizcondesa lanzó un ligero grito, titubeó un momento, mas advirtiendo que se hallaba demasiado lejos de la habitación para ser oída, arrodillóse delante de la joven desmayada e hízole respirar su frasquito de sales, prodigándole al mismo tiempo dulces palabras. Beatriz volvió lentamente a la vida, y mientras se levantaba desconcertada y atónita: ¿Qué he tenido? murmuró en débil voz.

Con todas estas mismas partes la pidió también otro del mismo pueblo, que fue causa de suspender y poner en balanza la voluntad del padre, a quien parecía que con cualquiera de nosotros estaba su hija bien empleada; y, por salir desta confusión, determinó decírselo a Leandra, que así se llama la rica que en miseria me tiene puesto, advirtiendo que, pues los dos éramos iguales, era bien dejar a la voluntad de su querida hija el escoger a su gusto: cosa digna de imitar de todos los padres que a sus hijos quieren poner en estado: no digo yo que los dejen escoger en cosas ruines y malas, sino que se las propongan buenas, y de las buenas, que escojan a su gusto.

Y eso se atendió sin duda en aquella general conversión de los Judíos del año 1435 en dar a los dos primeros bautizados el nombre de Gil Callar y el de Gil Múñoz, que se ponen por ejemplos, advirtiendo que así lo hizo con el resto de los otros, la más calificada Nobleza.

Iba a seguir, pero advirtiendo de pronto que Charito y Muñoz tenían los ojos fijos en ella, escuchándola, se ruborizó como una criatura; y echándose a reír, volvió a recatarse bajo su amable expresión habitual. Ya les estaba dando toda una conferencia sobre el amor, pero fue por Adriana, por disculparla y por disculparme yo también. Y Julio parece un simple amigo.

Al fin Reynoso la cortó jocosamente advirtiendo que les esperaba el almuerzo. Núñez se despidió. Durante el almuerzo Tristán se mostró tan taciturno que Clara, sorprendida y dolorosamente impresionada, no apartaba de él los ojos. Reynoso y Elena se dirigían miradas furtivas, sonriendo unas veces, otras sacudiendo la cabeza con señales de enfado.

Uno de los principales personajes de la córte, única heredera del reino de Castilla á su hija Doña Juana, y en defecto de esta á D. Cárlos, su nieto; pero advirtiendo que si la primera se hallaba imposibilitada, y Cárlos no tenia veinte años, gobernase D. Fernando, hasta que aquel llegara á esta edad.

Y que advirtiendo a la gran cosecha de redondillas, canciones y sonetos que había habido en estos años fértiles, mandaban que los legajos que por sus deméritos escapaban de las especerías, fuesen a las necesarias sin apelación.

Palabra del Dia

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