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Actualizado: 8 de junio de 2025
Carlos cerró los ojos para huir de la visión tentadora. No respondió con energía, no quiero la dicha a ese precio... Y yo no quiero llamarme la señora de Candore, sino la señora de Raynal... La puerta de la izquierda se había abierto a su vez, y Eva se adelantaba valientemente hacia el joven admirado.
Levantóse Sancho admirado, así de la hermosura de la buena señora como de su mucha crianza y cortesía, y más de lo que le había dicho que tenía noticia de su señor el Caballero de la Triste Figura, y que si no le había llamado el de los Leones, debía de ser por habérsele puesto tan nuevamente.
Con lo que quedó tan contento Sancho cuanto el cura admirado de su simplicidad, y de ver cuán encajados tenía en la fantasía los mesmos disparates que su amo, pues sin alguna duda se daba a entender que había de venir a ser emperador.
Adivinó que en el pensamiento del gringo estaba resonando incesantemente la misma palabra en aquellos momentos. «¿Las valentías del cabo Morales? ¡Macanas! ¡Todo macanas!» El deseo de verse admirado le hizo ser humilde y revelar su secreto. Vea, don Escocés. Si soy valiente, reconozco que no hay en ello gran mérito. Aunque quisiera ser cobarde, no podría.
La guerra, los héroes... cosas nebulosas y sin sentido. El está por la realidad, y empieza á hablar de un nuevo personaje admirado por él, un portugués que juega fuerte, y cuyo nombre, desde hace unos días, parece llenar las salas, á causa de sus ganancias. Yo lo observo; además, es amigo mío y creo poseer su secreto. Imagínese, príncipe...
Febrer, admirado de que se supiesen tan pronto sus propósitos, no se atrevió a negar. Sí, era cierto. Sólo a Toni quería confesarlo. El contrabandista hizo un gesto de repulsión, al mismo tiempo que sus ojos, acostumbrados a las mayores sorpresas, revelaban asombro. Haces mal, Jaime; haces mal. Lo decía gravemente, como si estuviera tratando un asunto solemne.
Sí, que el aire ha refrescado mucho, dijo la dama, tomando el brazo del barón. Dirigióse la noble pareja hacia el castillo, seguida de Simón, que se alegraba de haber desempeñado su misión y visto á su querido capitán de otros tiempos, y de Roger, admirado de hallar en el afamado guerrero á un hombre modesto y afable, sin sombra de la insufrible altivez de muchos nobles.
A Kant le pone por las nubes; pero después de Kant apenas hay más que él en el mundo: Fichte es un mono, y Hegel, el que por tanto tiempo hemos admirado como el Aristóteles de la edad novísima, no es más que un charlatán atrevido.
En el primer entreacto D. Álvaro no se movió de su asiento; de cuando en cuando miraba a la Regenta, pero con suma discreción y prudencia, que ella notó y le agradeció. Dos o tres veces se sonrieron y sólo la última vez que tal osaron, sorprendió aquella correspondencia Pepe Ronzal, que, como siempre, seguía la pista a los telégrafos de su aborrecido y admirado modelo.
A lo lejos, hacia el río, se habían oído gritos, que se hacían cada vez más fuertes. ¿Qué ocurría al otro lado de la selva? Algo muy grave, sin duda, pues los sitiados vieron a sus enemigos volverse en tropel al bosque y huir como gamos hacia el Este. ¡Se van! exclamó Cornelio, admirado. Déjalos ir gritó el Capitán . Y bajemos, que la choza se va a desplomar sobre nosotros.
Palabra del Dia
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