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Actualizado: 8 de mayo de 2025


En mover el acto primero tardó el poeta un mes: cuando se presentó de nuevo, el director, mostrándose muy admirado siempre de la versificación y de algunos pensamientos, manifestó algunas dudas respecto a que la obra fuese teatral.

Con estos encarecimientos no quedaba persona en todo el lugar que no me fuese a ver, y ninguno había que no saliese admirado y contento de haberme visto.

»Absorto, suspenso y admirado quedó Anselmo con las razones de Lotario, porque le cogieron en tiempo donde menos las esperaba oír, porque ya tenía a Camila por vencedora de los fingidos asaltos de Lotario y comenzaba a gozar la gloria del vencimiento.

Después, recobrándose prestamente en una transición de voz y de ademán que sus compatriotas Novelli y Zacconi hubiesen admirado, agregó: Perdone usted mi incorrección: no he podido contenerme... El solo nombre de esa mujer funesta me vuelve loco... Ha de saber usted que yo soy el marido de Eleonora Duse...

En México, tierra ancha y generosa en la que los cubanos han hallado siempre alegría y calor de propio hogar, lo recibieron con marcadas demostraciones de aprecio. A poco de estar Martí entre los mexicanos, era altamente conocido y admirado como periodista, profesor, dramaturgo, orador y poeta.

Hágase bien el crímen y será admirado y tendrá más partidarios que los actos virtuosos, llevados á cabo con modestia y timidez. Perfectamente, repuso el joven; ¿qué me importa al fin y al cabo que aplaudan ó censuren, cuando ese mundo no se cuida de los oprimidos, de los pobres y de las débiles mujeres? ¿Qué consideraciones he de guardar con la sociedad cuando ella no ha guardado ninguna conmigo?

Hullin, que no sabía casi nada de Historia, estaba admirado de que el loco conociese tantos nombres. ¡Bah, dejemos eso, Yégof le dijo , y come un poco de sopa para que te calientes el estómago!

Por otra parte, yo, que en realidad me llamaba Ana Pereira, me llamé doña Ana de Acuña, como ahora. ¿Y cómo pudo ser eso? dijo admirado el duque de Lerma. No lo , porque don Hugo no me lo dijo por escrito ni pudo decírmelo de presente. ¡Cómo! ¡Don Hugo y yo no nos volvimos á ver! ¡Y sois su viuda! Seguid escuchando.

De pronto, una voz ruda cortó el regocijo general. ¡Banco! La voz del griego. Se había sentado á la derecha de Spadoni con el aire enfurruñado del que contempla una enorme injusticia y cree necesario repararla. No podía tolerar que este personaje grotesco ocupase el mismo sitio donde él era admirado todas las noches.

El día anterior había regresado muy tarde á la ciudad, después de verse festejado y admirado durante varias horas por más de cien mil mujeres. Su discurso en las gradas del templo de los rayos negros lo había escuchado esta enorme multitud, interrumpiéndolo con aplausos. Su éxito resultó tan ruidoso como el del joven poeta rival de Golbasto.

Palabra del Dia

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