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Actualizado: 5 de junio de 2025
Al cabo dijo en tono indiferente: ¿No sabe usted?... Enrique ha conseguido cambiar el aderezo, y ayer ha llegado el otro sin novedad. Vaya, gracias a Dios repuso doña Gertrudis, abriendo los ojos . Bien creí que no se lo cambiarían. ¿Por qué no? ¡Toma!, porque vendiendo el otro se habían deshecho de una antigualla de la cual no sé cómo saldrán ahora.
Supo el mal, y tomóla y aderezó una melecina, y haciendo llamar una vieja de setenta años, tía suya, que le servía de enfermera, dijo que nos echase sendas gaitas.
Sin embargo, por un aviso secreto, sabiendo que existís, vuestra buena madre os ha legado un magnífico aderezo que vale muchos cuentos de maravedises, para vuestra esposa cuando os caséis. De la misma manera secreta, y sin darme yo á conocer de ella, la he jurado por mi fe de caballero no revelar á nadie, ni á vos mismo, que sois su hijo, su nombre. Guardo, pues, el secreto.
Entraron, en fin, en la posada, y la Argüello, que era una mujer de hasta cuarenta y cinco años, superintendente de las camas y aderezo de los aposentos, los llevó a uno que ni era de caballeros ni de criados, sino de gente que podía hacer medio entre los dos extremos.
El aderezo de la silla era de terciopelo azul, con las armas de su linaje bordadas hacía atrás, con oro y con seda. Dos lacayos le precedían. Iba a pasar, sin duda, por la casa de Beatriz, o a verla salir de alguna iglesia. Blanco penacho de plumas, sujeto a su gorra por un joyel de diamantes, temblaba en el aire de la mañana.
La una es de cierta edad, y va vestida como conviene; la otra es jóven, vivaracha como una ardilla, debe hablar como una cotorra, y lleva un aderezo encarnado con lazos rabiosos, hojuelas doradas y relumbrones. Al ver tanto arrumaco, y tanto perifollo, y tanto ringorrango, y tantos peregiles, como decimos por allá, se me ocurrió otro verso.
Y haciendo la cruz con dos dedos, se la besó. «A buena parte vienes!... Si estoy yo de mantones...». Pero no serán como este. Mejores, cien veces mejores... Pero me alegro de que hayas venido: te voy a dar un aderezo para que me lo corras. Y siguieron picoteando de este modo hasta que entró Maximiliano, y doña Lupe mandó sacar la sopa.
Cervantes dió por tan sabida la costumbre que hablando en El celoso extremeño de la resolución de aquel hidalgo falto de dinero y aun con no muchos amigos que se acogió al remedio de pasarse á las Indias, refiere cómo habiéndose acomodado con el Almirante aderezó su mortaja de esparto y se embarcó en Cádiz.
Con la boca llena de cerezas, y de lo alto de las ramas, exclamó que las gotas de agua brillaban en mis hermosos cabellos como un aderezo ideal, y que en su vida había visto nada más lindo. Y Susana, que pretende que es un hombre como otro cualquiera me decía yo, ¿cómo es posible ser tan tonta? Volvimos a la sala, donde se hizo una gran fogata para secarnos.
Miranda, a cuenta de un empréstito que negoció contando satisfacerlo después a expensas del generoso suegro, hizo venir de la corte lindas finezas, un aderezo de brillantes, un cajón atestado de lucidas galas, envío de renombrado sastre de señoras.
Palabra del Dia
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