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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Una exclamación de entusiasmo acogió la abnegación del héroe, y el rector, extendiendo la mano con ademán imponente, dijo muy grave: Usted, señor abogado de causas perdidas, se irá al campo ahora mismo... y esos siete señores se quitarán al momento de mi vista...

La tierra le acogió indiferente, sin preguntarle si le gustaban o no le gustaban las negras, y mezcló sus huesos con los de otros muertos. Pero en los círculos burocráticos se habló todavía mucho tiempo de aquel hombre original, a quien volvían loco las negras y que encontraba en ellas algo exótico. Una estudianta. Muy joven, casi una niña.

Por eso acogió con gratitud las muestras de cariñoso interés que Araceli empezó a darle. Gonzalo, tenga usted cuidado con esa ramita que le va a dar en la cara. No vaya usted tan a la orilla que ese animal puede resbalar y caer en la cuneta. ¿Ve usted qué aire se ha levantado? ¿Por qué no alza usted el cuello de la americana?

Maltrana acogió con graves movimientos de cabeza y risas interiores estas palabras. Conocía de vista a los hijos: les había encontrado muchas noches en Romea y otros salones donde cantan y bailan las «estrellas» del género ínfimo. Uno de ellos firmaba pagarés en blanco a todos los usureros de Madrid para atender de este modo al sostenimiento de cierta divette procedente de Perpiñán.

Así es. ¿En qué otra cosa puedo yo trabajar?... Lo único que me apesadumbra es la dirección de estos envíos. «Para el aviador Bachellery, prisionero en AlemaniaNo más, ¡y son tantos los prisioneros! Casi todos mis envíos deben perderse; pero alguno llegará á sus manos. ¿No crees que alguno llegará? Miguel acogió esta pregunta ansiosa con un vago gesto de conformidad.

En resumen, D. Narciso se sentía minado en los cimientos y temía a cada instante venir al suelo. No es maravilla, pues, que la mirada y el saludo con que acogió al joven presbítero fuesen menos afectuosos de lo que debía esperarse. No recordaba poco ni mucho la amable recepción que San Juan Bautista, maestro querido y celebrado, hizo al joven y divino discípulo que le había de eclipsar en seguida.

Acogió a Lázaro con benignidad, queriendo dar a sus facciones esa afabilidad de semblante con que pretende hacerse simpático quien sabe que no lo es, y echándole el brazo derecho sobre los hombros, le llevó hasta su cuarto, diciendo a los que le rodeaban: Llamaré cuando os necesite.

Elena acogió estas palabras con una sonrisa. ¡Pobre hombre! ¡Y aún decían que era un bandido!... Para ella resultaba en aquellos momentos el varón más interesante del país, el único caballero que se atrevía á hacer frente al populacho ofreciéndola su apoyo.

Así recobrarás la paz, y yo... yo seré tu amigo, seré lo que quieras, me bastará con verte. Ella acogió con un gesto de incredulidad las últimas palabras. ¡Le habían prometido tantas veces los hombres ser simples amigos! Además, conocía bien á Miguel, y no se tomó la pena de contestar. Lo único que le interesaba era el consejo de que repeliese definitivamente al herido, no viéndolo más.

Un murmullo de aprobación acogió aquellas palabras y el príncipe contempló con satisfacción los rostros de todos aquellos capitanes, ganosos de seguirle y distinguirse bajo sus banderas. El titulado rey de Castilla, Enrique de Trastamara, contra cuyas fuerzas vamos á luchar, es un guerrero hábil y animoso y la campaña proporcionará ocasión de conquistar lauros sin cuento.

Palabra del Dia

hociquea

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