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Actualizado: 20 de julio de 2025


Buenos días, señor Ojeda... Usted perdonará la libertad que me tomo, pero yo soy amigo de don Isidro, y tal vez le habrá hablado de mi persona... Usted dispense que me acerque así como así, ¡pero entre compatriotas! ¡somos tan pocos en el buque!... Por eso me he dicho: «Aunque no sea correcto, voy a saludar a ese señor».

Vuestros sobrinos, que son muy buenos tiradores, se encargarán de tener a raya a los salvajes. Tienes razón, viejo mío. Si el alba nos sorprende lejos del campamento, estos tunos se nos echarán encima y tendremos que abandonar la caldera. ¡Hans, Cornelio!: os confiamos nuestra defensa. El primero que se acerque demasiado es hombre muerto dijo Cornelio . Mis balas van adonde yo las mando.

»Me ha reñido por mi prolongada ausencia, diciéndome que ha pasado mucha inquietud, mientras yo falté de casa. Pero de usted nunca me habla. ¿Cómo se explica ese silencio, Antoñita? »Me acerqué a su cabecera y procuré excusarme diciéndole que había salido porque creí que dormía.

Firmes, muchachos y que no se mueva nadie de donde yo lo ponga, iba diciendo Simón de grupo en grupo. Mientras tengáis un buen arco en la mano no hay pirata que se acerque. Y sobre todo, no olvidéis que en cuanto se suelta una flecha ya debe estar la otra en la mano y en la cuerda. Esta ha sido siempre la regla en la Guardia Blanca.

Arrancó el botafuego de manos del herido y me lo entregó diciendo: «Toma, Gabrielillo; si tienes miedo, vas al agua». Esto diciendo, cargó el cañón con toda la prisa que le fue posible, ayudado de un grumete que estaba casi ileso; lo cebaron y apuntaron; ambos exclamaron «fuego»; acerqué la mecha, y el cañón disparó.

Una de las veces que por allí crucé me sentí tan tiernamente apasionado y aun agradecido, que me acerqué a la reja, y después de convencerme de que nadie me observaba, besé los hierros donde mi saladísimo dueño había puesto tantas veces sus manos. Retireme contento a casa. Aquel feliz estado de espíritu me hizo de nuevo ver las cosas de color de rosa.

La subida por la Cuesta de los Perros era bastante fatigosa, y el viejo se detuvo varias veces a descansar. Tenía aire de hombre enfermo y abatido; al pararse bajaba la cabeza hasta dar con la barba en el pecho. Me acerqué a ellos. La muchacha era muy bonita, rubia, tostada por el sol; al pasar por delante de me miró con un aire completamente salvaje.

Cuando me acerqué a ti y te ofrecí el mío no reparé si estabas dorada o plateada: te vi buena, inocente, hermosa y me bastó para quererte y me sigue bastando. ¿Tiene eso algo que ver con la ofensa que has inferido a mi hermano? Primero me la ha inferido él a . Estoy fatigado... estoy harto de recoger alusiones más o menos embozadas a tu fortuna presente y futura.

¡Eh! ¡quieto, Mustafá! le dijo, dejándome oír una voz infantil y fresca, al par que armoniosa y grave: ¿no ves que es un caballero? El perro retrocedió, y yo me acerqué más. La muchacha me miró de nuevo. Hay miradas que son una historia. Hay miradas que son un poema. Hay miradas que son una sátira. Hay miradas que dilatan el alma. Hay las por el contrario que la comprimen.

Pero nosotras le traeremos á usted al buen camino. Por de pronto dijo Salomé, cuidado cómo se asoma usted á la ventana. Queda terminantemente prohibido que se acerque usted á un balcón ó ventana; que abra usted la puerta de la escalera. Y que hable usted cuando no le pregunten. Se ha de levantar usted á las cuatro de la mañana, que la pereza es madre de todos los vicios.

Palabra del Dia

godella

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