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Actualizado: 28 de junio de 2025


Tras consagrar un piadoso recuerdo á la milagrosa imagen de Antipolo, á la vista del río, cuyo cauce siguen la mayor parte de los miles de romeros que visitan el santuario, y después de una corta marcha, franca y desembarazada, entramos en la barra de Napindan, que abre la gran Laguna de Bay.

Isidora trató de abrir el puño del muchacho; pero este apretaba tan fuertemente sus dedos, que los blandos y flojos de Isidora no pudieron moverlos ni un punto, ni separarlos. Con su fuerza varonil, Mariano hacía de su mano un arca de hierro. «Abre la mano, ábrela. No quiero. ¿Qué tienes ahí?... ¿Qué has cogido?». Mariano se puso de un salto en la puerta, siempre con el puño cerrado.

Toma esta llave, entra en mi recámara, y abre el armario; en uno de sus tableros hay un cofre pequeño muy pesado, tráetelo. ¡Oh, y sin perder un minuto, traeré también á vuecencia equipaje! Bien, escucha: pon algunos trajes de corte; es posible que sin descansar me plante en París. ¿Y va á ir vuecencia solo? Enteramente solo; pero ve, mi buen Díaz, ve que estamos perdiendo el tiempo.

Este, poseído entonces del numen, llega a decir cosas de sentido muy superior al vulgar, revela misterios y abre a nuestros espantados ojos, en la amplitud luminosa de un horizonte ideal, la sucesión ordenada y prescrita de los futuros casos.

Al tirar de la campanilla de su casa, y al preguntar la criada ¿quién es? exclamó fuera de : «¡Abre, muchacha, que tienes a tu amo Presidente de la Academia de Jurisprudencia!» ¡Noble y gloriosa emulación la que se establece en esta ilustre sociedad! ¡Qué importa que esta emulación vaya manchada en algunos casos por el fango de las malas pasiones!

Abre ese portal y entra: te hallarás desde luego en un espacioso zaguan morisco, al pié de una galana arquería á cuyos tres vanos hace alegre fondo un fresco jardinillo.

Si á la vez, la mansa brisa Que á los jazmines halaga Y entre su copa se embriaga, Viene mi rostro á besar, Creo que alguna sílfide Que cruza por el ambiente Toca mi pálida frente Con sus alas al pasar. Y si una mujer hermosa De blanca tela vestida, Ante mi vista abstraida Pasa como aparicion, En éxtasis arrobado Bajo influjo de un hechizo, Creo que del paraiso La puerta abre una vision.

Después de la anterior manifestación de mi amigo, continuamos el paseo sin hablar más acerca de la ermita y el cocal de las Angustias. Volvimos al pueblo, y al día siguiente muy de madrugada me encaminé á la ermita, encontrando en ella á un matrimonio indio que la cuidaba. Abre dije en tagalo á la mujer que se había adelantado á mi llegada.

Juventud, flor divina de mi tierra, el horizonte se abre a tu camino... Mira las cumbres... Tu progreso encierra el ideal del pueblo filipino. Es verdad que jamás falta en la ruta de ía existencia, un negro precipicio... Pero ¿qué importa? Tu alma no se inmuta y está dispuesta siempre al sacrificio.

Llamó con la mano. Ventura, Ventura. ¿Quién está ahí? gritó de adentro su esposa con voz extraña, indefinible. Soy yo... abre, abre pronto. Estoy en la cama. No importa, abre pronto. Déjame vestirme. No; abre en seguida o rompo la puerta. Voy, voy allá. El joven aguardó un instante. En vez de la puerta, creyó percibir que se abría el balcón del cuarto. ¡Abre, Ventura! gritó con furor.

Palabra del Dia

rigoleto

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