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Actualizado: 3 de junio de 2025
Por fin su imaginación enfermiza resumió todos aquellos desvaríos en esta pavorosa duda: «Si fuese fea... ¿me querría?» Jamás mujer bonita se ha hecho pregunta tan terrible. En estado de ánimo análogo al suyo debió de verse aquella dama que, perseguida con deseos torpes por un rey de Castilla, se abrasó el rostro para evitar la ocasión de su deshonra.
Aquella noche quemó y abrasó el ama cuantos libros había en el corral y en toda la casa, y tales debieron de arder que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutiñador; y así, se cumplió el refrán en ellos de que pagan a las veces justos por pecadores.
Turbada, perdí mi calma, se estremeció el corazón, y una celeste ilusión me abrasó de amor el aúna. Me pareció que te vía en la oscuridad profunda, que a la luna moribunda tu penacho descubría. Me figuré verte allí con melancólica frente, suspirando tristemente tal vez, Manrique, por mí. No me engañaba... un temblor me sobrecogió un instante... era sin duda mi amante, era ¡ay Dios! mi trovador.
Con gran prontitud se guardó Pecado su dinero, y alzando los hombros y echando de sí un enorme suspiro, pronunció torpemente estas palabras: «Yo... de aquellas cosas que pasan..., lo cual que me vi solo, y... no me ha pasado nada. Nos hemos enterado. Tiene seco el entendimiento indicó la Sanguijuelera . La calentura le abrasó los sesos. Dice el señorito Miquis que le dé baños en el río.
Engaños fueron de Elvira, En cuya nieve me abraso. ELVIRA. Sancho, que me burlo, paso. El alma en los ojos mira; Que amor y sus esperanzas Me han dado aquesta lición: Su propia difinición Es que amor todo es venganzas. SANCHO. Luego ¿ya soy tu marido? ELVIRA. ¿No dices que está tratado? Mis ojos, a hablarle voy. ELVIRA. Y yo esperándote estoy.
Quedaron ciento treinta en poder de los vencedores, y el resto lo tragó el mar o lo abrasó el fuego. Veinticinco mil turcos murieron, y más de cinco mil, cautivos quedaron. Halláronse en las galeras apresadas ciento diez y siete tiros gruesos de artillería y doscientos cincuenta menores, y se libertaron doce mil cautivos cristianos.
En seguida me asaltó el pensamiento de que su amor mal pagado podría ser la causa de la enfermedad. ¿Por qué la he mirado con las mismas miradas de fuego con que ella me miraba? ¿Por qué la he engañado vilmente? ¿Por qué la he hecho creer que la quería? ¿Por qué mi boca infame buscó la suya y se abrasó y la abrasó con las llamas del infierno?
¡Me decía eso y me creía casi justificada, aun ante mi propia conciencia, ciega de mí! Y el crepúsculo volvió: el sol poniente abrasó una vez más el horizonte por encima de la ciudad, arrojando por las ventanas, a las habitaciones, su luz rojiza.
Encontrola en estas palabras: «Usted me es muy antipático. Déjeme usted en paz. ¡Y tiene el atrevimiento de despedirme! exclamó Botín con sarcasmo . Usted que estaba muerta de miseria cuando yo...». Isidora sentía que venían llamas a su lengua. No pudo contenerse, y abrasó a Botín con estas palabras: «Su dinero de usted no basta a pagarme... Valgo yo infinitamente más...».
Paréceme que su rostro Lleno de aljófares veo Por las mejillas de grana, Su honestidad defendiendo; Paréceme que la escucho ¡Lastimoso pensamiento! Y que el tirano la dice Mal escuchados requiebros; Paréceme que a sus ojos Los descogidos cabellos Haciendo están celosías Para no ver sus deseos. Déjame, Nuño, matar; Que todo el sentido pierdo. ¡Ay, que me muero de amor! ¡Ay, que me abraso de celos!
Palabra del Dia
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