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SANCHO. Pues ya su nombre Supiste y su nobleza, no presumo Que tan honesto amor la tuya asombre, Por Elvira me abraso y me consumo. PELAYO. Hay hombre que el ganado trai tan fraco, Que parece tasajo puesto al humo; Yo, cuando al campo los cochinos saco... NU

Bebía el «pobre Alfredo» para llenar el vacío de su vida frustrada sentimentalmente, pero nunca le debió nada al alcohol; sus borracheras fueron «obscuras», como el fondo de una sima, y al cabo la llama azulenca le abrasó el cerebro y sufrió el horrible dolor de la impotencia en plena apoteosis de gloria y de juventud.

Suspiró doña Guiomar, partiósele de los ojos, aunque involuntariamente, una mirada, que como si hubiera sido fuego del cielo, en su dulce fuego abrasó el corazón de Cervantes, y luego, bajando los ojos ruborosa la bellísima doncella viuda, quedose en silencio como si la grandeza de lo que sentía la vedara el uso de la palabra.

Don Roque rompe el silencio: De todos modos, no hay duda que don Antonio le abrasó. Le abrasó dice don Juan el Salado. Le abrasó confirma don Benigno. Le abrasó corrobora el señor Anselmo. Le abrasó completamente resume, por fin, don Segis lúgubremente. Lo que alteraba los ánimos una que otra vez, era la cuestión de pichones.

El rostro de la muchacha fue delator del libro: Pepe entró y, quitándoselo de las manos, lo hojeó unos instantes mientras ella huía avergonzada, sintiendo por primera vez en su vida una llamarada de vergüenza que la abrasó la cara.

Más terrible aún fué el modo con que otro entró en juicio y cobró aprecio de las cosas de su alma: Habíase reducido á nuestra Santa fe en el pueblo de San Joseph un gentil, y en el bautismo había dejado una amiga, con quien antes había vivido en el cieno de muchas deshonestidades; pero duróle poco tiempo este buen propósito y este retiro y resistencia á los placeres y gustos de la carne, porque habiéndose encontrado con la amiga antigua, su vista le abrasó otra vez el corazón y le encendió los deseos primeros; después, para que ninguno le fuese á la mano en sus deshonestidades, tramó secretamente la fuga con otras tres mujeres de sus mismos intentos y se escondió en un bosque; de suerte que por mucho que otros indios de mejor conciencia los buscaron, por orden de los Padres, jamás le pudieron encontrar.

-A eso se puede imaginar -respondió la duquesa- que, arrepentido del mal que había hecho a la Trifaldi y compañía, y a otras personas, y de las maldades que como hechicero y encantador debía de haber cometido, quiso concluir con todos los instrumentos de su oficio, y, como a principal y que más le traía desasosegado, vagando de tierra en tierra, abrasó a Clavileño; que con sus abrasadas cenizas y con el trofeo del cartel queda eterno el valor del gran don Quijote de la Mancha.

Y el primero que llegó, que era un alcalde viejo, aunque él le dio a besar la cruz bien delicadamente, se abrasó los rostros y se quitó presto afuera. Lo cual visto por mi amo, le dijo: "¡Paso, quedo, señor alcalde! ¡Milagro!" Y ansí hicieron otros siete o ocho, y a todos les decía: "¡Paso, señores! ¡Milagro!"

¡Huye! ¡huye, peligroso recuerdo! exclamó precipitándose hacia la reja . ¡Oh! ¡oh! ¡aire! ¡me abraso! ¡Oh! quiero ver el sol, los árboles, las montañas, esos bailes, esa fiesta.

Quiero decir, Sancho, que el deseo de alcanzar fama es activo en gran manera. ¿Quién piensas que arrojó a Horacio del puente abajo, armado de todas armas, en la profundidad del Tibre? ¿Quién abrasó el brazo y la mano a Mucio? ¿Quién impelió a Curcio a lanzarse en la profunda sima ardiente que apareció en la mitad de Roma? ¿Quién, contra todos los agüeros que en contra se le habían mostrado, hizo pasar el Rubicón a César?