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Si ustedes quieren que sea una joven enamorada, contra lo que dicen la sana razón y el Año Cristiano, buen provecho les haga a usted y a Ramón Pérez. El siglo de las luces, como dice ese caribe de alcalde, que quería convertir la via crucis en camino de Urdax, trastorna todas las ideas.

Habían recorrido muchas veces los caminos que hay entre Meaca y Urdax, entre Izpegui y San Estéban de Baigorri, entre Biriatu y Enderlaza, entre Elorrieta, la Banca y Berdáriz. En casi todos los pueblos de la frontera vasco-navarra, desde Fuenterrabía hasta Valcarlos, tenían algún agente para sus negocios de contrabando.

No sabiendo a qué santo encomendarse para dar a Villamar cierto aire moderno, que lo elevase a la altura del día, imaginó dar al camino que iba desde el pueblo a la colina en que estaban el cementerio y la capilla del Señor del Socorro, el nombre patriótico de CAMINO DE URDAX, por ser el de una batalla que precedió al convenio de Vergara. Pero entonces le salió peor la cuenta.

Señor alcalde dijo una pobre viuda , si tanto empeño tiene usted en hacer mejoras, disminuya usted las contribuciones, póngalas como estaban antes, en tiempo del rey, y deje usted a las cosas los nombres que siempre han tenido. Si tanto le place a usted el nombre de Urdax dijo una joven , póngaselo a propio.

Hubo motín de mujeres: motín en regla, capitaneado por Rosa Mística en persona. Sus gritos y sus lamentaciones habrían aturdido a los sordos. ¿Qué quiere decir Urdax? gritaba la una. ¿Qué tenemos nosotros que ver con Urdax? clamaba la otra. ¿Quién ha de querer enterrarse en Urdax? chillaba una vieja.

Aquel hombre siniestro se encontró sorprendido ante la presencia y la serenidad de Zalacaín y de Bautista, y sin mirarles les preguntó: ¿Sois vascongados? dijo Martín avanzando. ¿Qué hacíais? Contrabando de armas. ¿Para quién? Para los carlistas. ¿Con qué comité os entendíais? Con Bayona. ¿Qué fusiles habéis traído? Berdan y Chassepot. ¿Es verdad que tenéis armas escondidas cerca de Urdax?

Al primer golpe, el maestro de escuela perdió el sentido; el otro, el antiguo lugarteniente del Cura, calló y comenzó a recibir los palos con un estoicismo siniestro. Luschía se puso a hablar con Zalacaín. Este le contó una porción de mentiras. Entre ellas le dijo que él mismo había guardado cerca de Urdax, en una cueva, más de treinta fusiles modernos.

La casa en que le dijeron hallarse su hermano estaba a tres cuartos de legua de Elizondo por el camino de Urdax. Presentose en ella y su asombro fue grande al ver que el demente, lejos de servir de diversión a los chicos, pasaba en el país por un hombre pacífico y hasta razonable.

Las estaturas eran tan desacordes, que la bayoneta del enano tocaba los doblados hombros del gigante. Por la desigualdad, por la irregularidad, por el valor ciego y salvaje, por la fe estúpida y la sobriedad casi inverosímil, a ningún ejército conocido podrían compararse, como no fuera a los ejércitos de Mahoma. A la mañana siguiente salieron muchos para Urdax.