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, señora; y por lo mismo la ruego a usted que lo tome como confesión de un pecado feo, y no como alarde de un modo de ver digno de imitarse... Ahora añadió cambiando de tono y de rumbo , para llegar primero donde vamos, echemos por este senderito de la derecha... También es un poco raro, ¿no es verdad? que en la propia hacienda de ustedes tenga yo que servirlos de guía... porque el señor don Alejandro no hace más que seguirnos los pasos... ¿ve usted?... y don Claudio Fuertes lo mismo... ¡Si lo tuvieran todo tan trillado con los pies como lo tengo yo!...

Se iba á ella por estrechos caminos sombreados de avellanos. Al aproximarse hay que subir un senderito labrado en el césped por los pasos de los vecinos.

Arrancaba de allí un senderito abierto en la misma roca, que entre picos y grandes peñascos llegaba hasta la playa baja que azotaban las olas, y por allí comenzaron a bajar los niños, silenciosos ambos, sorprendido y azorado Alfonso, pálido el otro y torva la mirada, arrastrados los dos, sin saberlo, por la desventura más digna de lástima que existe en la tierra: la que acarrean al inocente los delitos del culpado.

Vi como en un sueño mi senderito, en el momento en que lo atravesaba una corza, erguida sobre sus delgadas patas con los ojos muy abiertos y dispuesta a saltar.

Vamos dijo al fin, voy a recoger el jarro, que ya está oscureciendo. Subieron de nuevo por el senderito al camino real, y tornaron a emparejarse. Andrés le propuso que fuesen de bracero, como los señores en la ciudad, y viéndola suspensa, sin saber en qué consistía, se lo explicó prácticamente. La zagala lo encontró muy gracioso.

El portavoz de los torreros me llamaba para comer a las cinco, y a esa hora, por un senderito escarpado a pico entre los matorrales, suspenso encima del mar, encaminábame lentamente al faro, volviendo a cada momento la vista hacia aquel inmenso horizonte de agua y de luz, que parecía ensancharse conforme ascendía yo. El espectáculo era encantador desde la cima.

Terminaba el senderito que seguían en una reducida explanada, rodeada por todas partes de rocas, que la pleamar cubría por completo y salpicaban entonces las olas con blancos espumarajos, dejando al retirarse, en el declive, una pequeña hondonada, una especie de pozo lleno de agua que cubriría a ambos niños hasta la cintura.

Buscó el vasco el abrigo de unas tapias donde parar sin riesgo el sudoroso tronco, y Artegui y Lucía se internaron a pie siguiendo el senderito, ella delante, recobrada su alegría infantil, su gozar inocente en el cansancio del cuerpo.