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He preguntado en seis u ocho fondas; he entrado en los restaurants; me he asomado a los cafés; paso y repaso por casa de Botín; permanezco largos ratos parado en el escaparate de Tournié. Y no lo encuentro. Una vez he creído reconocerlo.

Los dueños de restaurants nocturnos veíanse obligados a dividir sus establecimientos en una especie de compartimientos estancos a fin de contener el ímpetu de los comensales. Cada uno de aquellos compartimientos era algo así como una pequeña fortaleza en donde el trasnochador se encontraba relativamente a salvo de agresiones.

Al Bois de Boulogne acuden en número fabuloso los carruajes mas elegantes de Paris, y la multitud se pasea y se esparce complacida en medio de su grandeza. En el Bois de Boulogne existen ademas otros varios jardines; hay restaurants, casas suizas, cafés, etc., etc. Al lado de la gran cascada se extiende la llanura de Longchamps, donde tienen lugar las carreras de caballos.

La cocina inglesa, que no todos los extranjeros aman, es la única que hay, porque escasean los hoteles y restaurants de Paris, y escaseando hay que someterse.

Huyó de aquellos sitios, dirigiéndose al final de la feria, donde estaban los restaurants al aire libre, las buñolerías apestando el ambiente con el aceite frito de sus fogones, y las rifas, cuyos dueños atraían con furiosos gritos a la gente, prometiendo una fortuna.

En Paris se satisfacen todos los gustos, todos los deseos, porque se da culto al placer y se ha estudiado hasta la perfeccion la manera de aturdirse en lo frívolo. Los cafés y restaurants de Paris no pueden contarse, tan fabuloso es su número.

No dejaba de echar también un vistazo a los restaurants, y en general a todas las tiendas, que en su larga vida de penuria bochornosa había mirado con desconsuelo. Pasó en esta vagancia dichosa algunas horas, sin cansancio. Sentíase fuerte, saludable, y hasta robusto. Miraba cariñoso, o con cierto airecillo de protección, a cuantas mujeres hermosas o aceptables a su lado pasaban.

Pero convencido por sus ademanes, sería por demás preguntarle sus propósitos, la siguió pasivamente por sitios solitarios, por bajas tabernas, restaurants y salones, por casas de juego y de baile; el maestro, precedido por Melisa, entraba y salía como un autómata.

Media hora antes, cafés y restaurants han echado igualmente su público á la calle. Nuestro grupo queda indeciso en una acera del bulevar, mientras se desliza en la penumbra la muchedumbre que sale de los espectáculos. Los faroles, escasos y encapuchados, derraman una luz fúnebre, rápidamente absorbida por la sombra. El cielo negro, con parpadeos de fulgor sideral, atrae las miradas inquietas.

Estos pensamientos me quitaban el valor de quejarme y me han proporcionado el de sostener la prueba hasta el fin. Podía en efecto abreviarla. Hay aquí dos ó tres restaurants en que me conocen y donde, cuando era rico, he entrado sin escrúpulo, aunque hubiese olvidado mi bolsa. Ahora podía hacer lo mismo.