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Por esto la monarquía española ha bostezado de tristeza, transmitiendo la melancolía de una a otra generación. Es la realeza católica por excelencia. Si de vez en cuando surgió algún ser alegre y satisfecho de la vida, fue porque en el líquido azul de las arterias maternales penetró una inyección de savia plebeya, como penetra el rayo de sol en la habitación del enfermo.

La noche llegaba por fin, y con ella la bailanta, donde las mismas damiselas avisadas inducían a beber a los mensú, cuya realeza en dinero de anticipo les hacía lanzar 10 pesos por una botella de cerveza, para recibir en cambio 1.40, que guardaban sin ojear siquiera.

Por otro lado, ¿por qué ha de dejarse todo á la iniciativa del Estado? Florencia nos ha demostrado que un corazón real vale tanto como la realeza. La mujer es reina; de consiguiente, á ella toca mandar. Si yo fuese una señora joven y bella, muy bien lo que haría.

Y el grande hombre de la industria, aquel pastor de millones que tenía miles de brazos á sus órdenes y flotas en el mar como un príncipe de la moderna realeza, había descendido durante algunos meses á una vida de espionaje, de astucias miserables, para convencerse de la certeza de las denuncias.

De Dios fué mui venturoso aquel dia sin dubdanza en cobrar tal alegranza deste rei tan poderoso: por merced del pavoroso este gran señor cobraste, Castilla, que deseaste noble rei é generoso. De reyes de tal natura cïerto en toda partida, de realeza complida non nasció tal criatura. Con beldad é fermosura non es visto en lo poblado, nin tan bien aventurado. ¡Dios le buena ventura!

Y la verdad es que, en el fondo del espíritu de los granadinos de ambos sexos, hay no qué vaga sombra de esa viudez, de esa orfandad, de esa realeza y de ese destronamiento. Y aquí tenéis explicado el por qué los poetas y poetastros de aquella tierra somos elegíacos hasta lo sumo, y «cómo, á nuestro parescer, cualquiera tiempo pasado fué mejor

Cosa extraña y que da á comprender la cobardía de los hombres: las bestias montaraces que destrozan y matan á las demás son precisamente las más admiradas. Se les daría con gusto la realeza, y en mitos, fábulas, leyendas y hasta en algún libro viejo de historia natural, se les da el nombre de reyes.