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Y pensando que eras , Por cierto engaño que dudo, Le respeté, corrigiendo Con la lealtad lo iracundo. Hago alarde de mi sangre; Venzo al temor con quien lucho; Pídeme el honor venganza; El puñal luciente empuño; Su corazón atravieso; Mírale muerto, que juzgo Me tuvieras por infame Si á quien deste agravio acuso, Le señalara á tus ojos, Menos, señor, que difunto.

Enrique, este papel es una carta Que del Rey albanés recibo agora: Contiene, en suma, una desdicha grande, Y como amigo, pídeme consejo. Yo, que no fío de mi ingenio cosas Tan arduas, y del tuyo estoy contento, Quiero que me aconsejes lo que pueda Escribirle en desdicha semejante.

Al cabo insistió con voz temblorosa: Vamos, Solita, no me des ese disgusto... Pídeme en cambio lo que quieras. Lo único que te pido es que me dejes ya en paz repuso ella alejándose para limpiar una de las mesas. Velázquez no se atrevió á seguirla. La miró acobardado algunos instantes y al fin profirió con amargura: ¿No merezco siquiera ese pequeño sacrificio?

22 y entrando la hija de Herodías, y danzando, y agradando a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quisieres, que yo te lo daré. 23 Y le juró: Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi reino. 24 Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan el Bautista.

Cantó de nuevo Farinelli, y el Rey, volviendo en , se arrojó en brazos de la Reina; después salió a la estancia vecina y abrazó a Farinelli, diciéndole: ¡Mi ángel salvador! ¿qué deseas? ¡Pídeme lo que quieras; te lo concederé, sea lo que fuere! A lo que Farinelli repuso: Pido, señor, que Vuestra Majestad cambie de vestido y se haga afeitar...

¡No lo creas, Lucía! exclamó el joven, dando a su exclamación mayor fuego del que le hubiera correspondido si no se hubiera tomado un poco de trabajo. ¡Te adoro... te adoro con pasión loca... frenética! Eres el único pensamiento dulce que anima mi existencia... Pídeme la vida, y me verás darla con alegría...

Recibí el recado y con él doce pañizuelos, y respondí a su madre, que los inviaba a algún hombre de aquel nombre. Pídeme ahora la mitad. Yo antes me haré pedazos otra vez que tal . Todos los han de romper mis narices. Juzgóse la causa en su favor.