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A Luna le divertían las picardías del Tato, la confianza y el descuido con que iba por el templo, como si el haber nacido en él le privase de todo sometimiento de respeto. La entrada de un perro en las naves le producía alborozo. Tío decía a Luna , va usted a ver cómo me abro de capa. Y tirando de los extremos de la chaqueta, avanzaba hacia el can con contoneos y saltos de lidiador.

Mas ésta, porque su carácter fuese más receloso y susceptible, o porque el vino la privase del juicio, o por ambas cosas a la vez seguía mostrándose taciturna y hostil hacia su amiga. Respondía con marcada frialdad a sus observaciones y hasta algunas veces se advertía en sus labios cierto gesto de desdén. La Amparo, que no tenía un temperamento observador, concluyó sin embargo por observarlo.

Rafael se irritó ante la terquedad de aquella mujer. ¡Si no fuese por su miedo a que le indispusiera con el amo, haciéndole perder el puesto en el cortijo, que era la esperanza de él y su novia!... Ella seguía insultándolo, pero menos iracunda, como si la embriaguez la privase de movimiento y su deseo no pudiera exteriorizarse más que con palabras.

Por aquí, si gusta; la habitación está caldeada y quizá podía perjudicarle. Inútil es decir que sólo una parte de este discurso fue perceptible para la sociedad y que el resto lo divulgó el señor Tibet, sintiendo en el alma que su repentina indisposición le privase de lo que la más excéntrica de las señoritas Jonnes, bautizó con el nombre «el ramillete final de la fiesta», y que voy a referir.

¡Feli! ¡Feli!... ¿Qué pecado había cometido para que la fatalidad la privase hasta de la paz de la tumba?... Maltrana lloraba ahora, sin miedo a que la gente se fijase en él. Estaba en el campo. Al mirar en torno, vio a corta distancia el cementerio de San Martín. Sin darse cuenta había marchado instintivamente hacia aquellos lugares que presenciaron las primeras dichas de su amor.

Gran parte del día lo pasaba durmiendo, preparándose para la fatigosa vela de la noche, que hacía ahora solo. El señor Fidel había caído enfermo, y para que la Obrería, evitando gastos, no privase al viejo de su mísero sueldo, se abstenía de pedir un nuevo compañero.