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Uno de los más curiosos resultados de la tregua y del derecho que la dictó, fue la conversión de la villa de Zenda, en una especie de zona neutral en la que ambos bandos podían encontrarse sin peligro durante el día; de noche no hubiera yo fiado gran cosa en su protección. Por entonces tuve también un encuentro que aunque chistoso, no dejó de preocuparme bastante.

Adviértase aquí para que se espere a Dios con la pompa que se le debe. Sin preocuparme gran cosa del pobre Marmitón, que se quedaba solo otra vez, repantigado, mudo y atónito en el sillón de madera y muy arrimado al fuego, volvíme al cuarto de mi tío para ver lo que pasaba en él después de la salida de don Sabas.

Sin preocuparme de lo que pensarían ante mi actitud, la presenté ante ellos gritando: «Hable usted, señorita, y justifíquese de las sospechas que su conducta ha despertado.

No obstante, volvían a mi memoria aquellas palabras que le había alcanzado a oír en la plaza Leicester, las cuales renovaban en las dudas y cavilaciones. Caminaba al lado de este hombre, sin preocuparme adonde nos dirigíamos. Estábamos ya en medio de la campiña.

Mis camaradas eran todos hijos de campesinos de la vecindad o muy perezosos para ir a la escuela o demasiado pequeños para trabajar la tierra, y todos ellos me animaban con su ejemplo a vivir sin preocuparme lo más mínimo del porvenir.

Aquel tema formaba parte del escaso número de hechos históricos que me interesaban y, por excepción, era de todos ellos el que tenía la virtud de conmoverme profundamente. La batalla de Zama me había siempre causado la más personal emoción como catástrofe en la cual veía yo tan sólo el heroísmo sin preocuparme del derecho.

Pasada aquella ráfaga de caballerismo, empezó á preocuparme la idea de si habria cometido una falta de caridad, una falta tanto más reprensible cuanto que la habia cometido con una pobre anciana. Mi mujer quiso disuadirme diciendo: ¿De qué puede quejarse? La has dado el doble de lo que ella te pedia. No, respondí á mi mujer. Puede quejarse de mi soberbia, de mi soberbia con una vieja paralítica.

La misma Margarita parecía pensativa y recogida. En cuanto á , después de haber penetrado en la caverna y examinado el dolmen bajo todas sus faces, me puse en posición de dibujarlo. Hacía diez minutos que me hallaba absorto en este trabajo sin preocuparme de lo que pasaba á mi alrededor, cuando la señorita Margarita me dijo de repente: ¿Quiere usted una Velada para animar el cuadro?

No cuanto tiempo haría que me hallaba allí, sin preocuparme del frío que me helaba la cara, cuando vi llegar hacia a mi al dulce objeto de mi ternura, como diría el poeta. El tal objeto parecía melancólico y de muy mal humor.

"9 de marzo. "¿Por qué conmigo no bromea nunca? Al contrario, me habla con seriedad. No deja de preocuparme esa curiosa diferencia que establece entre Camucha y yo. A Zoraida, en cambio, la trata... ¿cómo diré? con una especie de término medio: ni le da bromas ni la habla con esa carita tan seria... ", ¿porqué viene tan seguido a casa? ¿Por alguna de nosotras?