United States or Cayman Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


¡Ah! pensaba Melchor, contemplando furtivamente a sus dos amigos. ¿Qué dirán en casa de Lorenzo y en casa de Ricardo, cuando vuelva con ellos, como van a volver, curados de tristezas y de pavadas?...

¿Quién desea un cimarrón? preguntó Baldomero, parándose en la puerta, y agregó: Buenos días, señores. Buenos días contestaron; pase adelante. ¿Han descansado? Hemos dormido perfectamente. ¡Pero han soñado mucho! dijo Melchor, riendo, mientras servía el desayuno. Si... ¿no? ¿y con quién? Son pavadas de éste repuso Ricardo. ¿Pavadas?... ¿Y el galope que ha pegado Lorenzo con la Pampita?...

...si se ha de incomodar... pero no son pavadas... no... señor... no... son... pa... va... das... repetía Baldomero, como hablando consigo mismo y en silencio continuaron durante todo el tiempo que duró la jira hasta que Melchor dijo: ¿Volvamos?... Volvamos... don Melchor. Hoy es el día de más calor que hemos tenido, ¿no te parece?...

El doctor Zurita y otros argentinos abandonaron la tranquilidad zumbona con que habían presenciado hasta entonces las «pavadas de los gringos», para hacer señas a Isidro, incitándole a que diese gusto a las familias. «¡Ah, gaucho valiente!... ¡A ver si hacía una de las suyasHasta los niños palmoteaban con entusiasmo. «¡Don Isidro!... ¡Que salga don IsidroEl héroe se levantó, saludando con ironía y orgullo al mismo tiempo.

No digo lo contrario... no, señor; pero vea: esos mozos que están con usted... ¡Son pavadas! de ellos, que quieren que me pase el día escribiendo cartas a cuantos imbéciles me escriben... No es eso... no... don Melchor... ...y que se espantan porque tomo vino en la mesa. Tampoco... don Melchor... ...como si pudiera hacerme mal. ¿Quién va a decir eso?...

...porque ahora tomo y antes no tomaba... ¡bah!... No es eso... don... ¡Bueno, Baldomero! ¡ya basta!... ¿me entiende?... No me venga usted con pavadas que no voy a atender exclamó Melchor vehementemente. No le hablaré entonces, don Melchor. ¡, es lo más discreto! ¡y basta!

Y he aquí que una hora después, en el momento en que salía de casa, llega el doctor Ayestarain, otro sujeto de quien he sido condiscípulo en el colegio nacional, y con quien tengo en suma la misma relación a lo lejos que con Funes. Y el hombre me habla de a, b y c, para concluir: Veamos, Durán: Vd. comprende de sobra que no he venido a verlo a esta hora para hablarle de pavadas; ¿no es cierto?

...¡Cretino!... ¡Imbécil!... repetía Melchor contemplando a las dos muchachas que se alejaban llevadas por el hermano, en el carro bajo y ancho del colono. ¡Rufino, deme un vaso de cerveza; de la que está en el balde! No bebas más, Melchor... Déjate de pavadas, Lorenzo; tengo sed. Toma limonada. ¡Pero qué afán de darme consejos!... ¡Caramba!... Deme la cerveza, Rufino.