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Ya saben que no deben únicamente al heroísmo de sus corazones, á la fuerza de sus brazos, á la unión de sus voluntades el no haberse visto esclavizados por sus poderosos vecinos. También tienen que agradecérselo á los grandes Alpes: esas han sido las firmísimas columnas que han defendido la entrada del templo. #El cretino#

Caído al fondo de una grieta, de la cual le era imposible salir, el cretino no se había fatigado en inútiles esfuerzos: esperó con paciencia, pateando el suelo para conservar el calor animal y así se aguantó toda la tarde y toda la noche y toda la mitad del día siguiente. Oyó entonces llamarle por su nombre á los que le buscaban, contestó, y en seguida lo sacaron de la sima.

Circula libremente el aire puro, el sol ilumina todas las habitaciones, el agua es pura y sana, los muebles y especialmente las camas ostentan exquisita limpieza: los inocentes tienen vigilantes que los cuidan como nodrizas y profesores que procuran hacer entrar un rayo de luz intelectual en aquellas duras molleras. Lógrase eso á veces, y el cretino puede nacer gradualmente á una vida superior.

...¡Cretino!... ¡Imbécil!... repetía Melchor contemplando a las dos muchachas que se alejaban llevadas por el hermano, en el carro bajo y ancho del colono. ¡Rufino, deme un vaso de cerveza; de la que está en el balde! No bebas más, Melchor... Déjate de pavadas, Lorenzo; tengo sed. Toma limonada. ¡Pero qué afán de darme consejos!... ¡Caramba!... Deme la cerveza, Rufino.

Abandonado á mismo, y sin disfrutar otras luces que las del instinto animal, el cretino puede alguna vez hacer cosas que serían superiores á la fuerza de un hombre inteligente y consciente de su valer. Me contaba á veces mi compañero el pastor cómo había caído en una grieta del ventisquero, y cuando hablaba de ello, todavía se dibujaba el espanto en su semblante.

El dueño del anteojo no contestó nada. Semiavergonzado el preguntón, mironos a todos los que rodeábamos al señor del anteojo, con cara de cretino como un individuo que se confiesa en una posición falsa. Pero nuestro hombre no era individuo de ceder a dos tirones y reincidió. ¿Me quiere dejar mirar un momento? El dueño del anteojo tampoco contestó esta vez.

Únicamente se quejó de haber pasado mucho frío. Pero sean cuales fueren los privilegios é inmunidades del cretino, aunque el desdichado no tenga que temer los cuidados y las decepciones del hombre que tiene que abrirse camino en el mundo por mismo, hay que intentar que el cretino sea arrancado á su inocencia y á sus asquerosas enfermedades para darle, al mismo tiempo que la salud del cuerpo, el sentimiento de su propia responsabilidad moral.

Andaba por un camino sinuoso, disfrutando de la frescura de la tarde, del olor de la hierba, de la hermosura de las cumbres iluminadas por el sol poniente. De pronto, en una revuelta del camino encontréme en presencia de un grupo que me llamó la atención. Un cretino de enorme papera estaba enganchado con cuerdas á una especie de carro cargado de heno. No le costaba trabajo arrastrar el pesado vehículo, y no veía ni los baches, ni los peñascos diseminados, tirando como una fuerza ciega. Pero llevaba al lado á un hermanito suyo, niño esbelto y agraciado, cuyo rostro era todo mirada y sonrisa.

Lo que no se le ocurría a Martín no se le ocurría a nadie. Era holgazán como una cigarra, pero vivo como un rayo. Don Pío lo reprendía con suavidad en vano. Don Josef lo anatematizaba y lo tenía concienzudamente clasificado de cretino y de imbécil. El título más bondadoso que Martín solía obtener de él, era el muy moderado de animal, que se lo daba con conciencia.

Esos son los últimos representantes de la humanidad, «cuyo rostro fué creado para contemplar los astros.» ¡Qué enorme intervalo salvado entre la cabeza ideal del Apolo Pitio y la del pobre cretino, de ojos, sin mirada y risa que parece mueca!