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Sostiene sobre sus rodillas una pequeña partitura de Don Juan, deliciosamente encuadernada. La lee sin cesar, y sus pestañas negras y largas proyectan una sombra impalpable sobre el párpado inferior.

La forma métrica de las obras poéticas es diversa en los varios pueblos, con arreglo á la índole de su idioma; no así la vida dramática y el fondo poético, iguales entre los griegos como entre los ingleses, entre los españoles como entre los alemanes, y debiendo advertirse que, cuando no existe esa compenetración recíproca, no hay que hablar tampoco de verdadero drama; un poema dramático que no puede representarse, es como una partitura que no puede tocarse, y una obra dramática que describe sólo hechos comunes y ordinarios, con secos contornos, sin ennoblecer el asunto con la inspiración ideal y el colorido poético, deshonra tanto á la escena, como los volatineros y perros sabios.

Hace seis meses que no asisto á fiestas semejantes y todas las notas de la partitura me bullen en el cerebro. Creo que me vendría bien tomar el aire. Entonces despediré el coche y volveremos á pie. Á poco tiempo salimos á la calle y nos pusimos á pasear por los inmensos barrios de la ciudad, fumándonos un exquisito cigarro.

Pero la prodigiosa partitura de Wagner, ese grito de pasión enfermante, encendió en llama viva lo que quería olvidar. En el segundo o tercer acto no pude más y volví la cabeza. Ella también sufría la sugestión de Wagner, y me miraba. ¡Inés, mi vida!

¡Inocente! la libra esterlina; una partitura que no admite rivalidades de escuela y poniéndome el sobretodo en el brazo, y armando el claque, sacome fuera y metiome en el cupé que comenzó a rodar apenas sonó el golpe de la portezuela. La fatiga me rindió aquella noche, pero no pude descansar.

Se imaginaba la adolescencia de Leonora en aquella gran ciudad, formando parte del innumerable rebaño de muchachas que trota graciosamente por las aceras con la partitura bajo el brazo o anima los estrechos callejones con sus trinos y gorgoritos al través de las ventanas.

Llovía una tarde; el cielo plomizo parecía rozar los tejados de las casas; en el salón había una luz difusa de bodega. Tocaban casi a tientas, avanzando las cabezas para leer en la mancha blanca de la partitura.

Isidro vio a su amigo de pie junto a la artista, con los ojos fijos en su nuca inclinada, esperando una indicación de su cabeza para volver las hojas de la partitura. Vea, Maltranita.

He descubierto que la gran sabiduría de la vida, lo más importante, es «pasar el rato»; y lleno el vacío que todos llevamos dentro con una orquesta: la orquesta de mis ilusiones. Lo necesario es que toque siempre, que no queden los atriles vacíos; una vez terminada una partitura, hay que colocar otra nueva. A veces, la sinfonía es de amor... Las mías han sido hermosas pero breves.

Butrón, en cuclillas, delante de su agujero, seguía con el alma en un hilo el discurso de su mujer, extendiendo las manos y llevando el compás como un director de orquesta que dirige una partitura, o como un magnetizador que desprende de con extraños pases el misterioso fluido. Quedó bastante satisfecho.