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Era un excelente médico, buen cristiano y humanitario en extremo. Su idea fija era la abolicion de la esclavitud, y se veía que el extravío de la razón, que no era sino mediano é inofensivo, había dejado intacta toda la pureza de un nobilísimo corazón.

Aquí había concluído, lector amigo, mi mal limada relación y pensaba alzar la pluma de mi trabajo, cuando se me advirtió y lo juzgo así, que no es justo que el mundo ignore del todo la gran felicidad de este Nobilísimo Reino en producir, para su gloria y su bien, eminentes Sujetos en virtud, letras y celo de la Fe, capaces de ilustrar muchos Reinos.

El celta es individualista, y por consecuencia, un revolucionario ingobernable que tiende al igualitarismo. Además, es humanitario y hace de la piedad una virtud, defendiendo la existencia de los débiles que no sirven para nada. El nobilísimo germano pone por encima de todo el orden y la fuerza.

Acuérdate de tu destreza de cuando niña, de cuando con la cólera hervía ya en tus venas la sangre belicosa de tu heroico padre: agarra a doña Inés, descorre el telón y ármale tal solfeo en el nobilísimo transportín, que se lo pongas como un nobilísimo tomate. Ya verás cómo lo sufre, se calla y no acude a los tribunales.

El galán, a quien abonaban no sólo particulares prendas sino también nobilísimo abolengo, habló a su jefe, y con toda solemnidad pidió la mano de la señorita. Todo se arregló a maravilla; disponíase ya la boda cuando estalló en el Interior un pronunciamiento. El regimiento tuvo que salir de Pluviosilla, y el matrimonio quedó aplazado. De todo esto nada se sabía en la ciudad.

Siempre fué la vida marítima asunto adecuado y nobilísimo para el arte.

Encima de la clave del arco lucia el nobilísimo escudo con las armas de los Colones, y á ambos lados, á modo de remates ó crestería, corrían grupos de delfines, alusivos á la empresa paterna.

Ambos se arrogaban pues el derecho de la elección de armas... Para Luque, el arma debía ser el nobilísimo acero de la espada; para Esperoni, buen tirador de pistola, la pistola... Aun aceptando la pistola los de Jacinto, los de Publio exigían condiciones imposibles: a diez pasos de distancia y tirar indefinidamente hasta que uno de los adversarios quedase tendido en el campo del honor...

Era el señor don Carlos Fernández un caballero en toda la extensión de la palabra, fino, delicado, discreto, de clara inteligencia y de nobilísimo corazón. Tenía conciencia de su mérito, y procuraba, por todos los medios que estaban a su alcance, conservar su buen nombre, y cuidar de que ni la sombra más leve empañara su envidiable reputación.

Roto el secreto, Frígilis tosía fuerte abajo a propósito, para que le oyera Ana, como diciendo: «No temas, estoy yo aquí». Pero como la malicia lo sabe todo, también supo esto Vetusta. Se dijo que Frígilis se había metido a vivir de pupilo en casa de la Regenta, en el caserón nobilísimo de los Ozores. Y decían unos: Será una obra de caridad.