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A cada niña iba dando por compañero y servidor aquel mancebito que era más de su agrado, y a cada persona mayor aquella otra con quien más congeniaba por su humor y aficiones. Pero cuando llegó al delirio el palmoteo fue cuando colocó al teniente Rubio entre las dos señoritas de Meré. Había dejado para lo último este donaire, que no le hizo maldita la gracia al interesado.

-Mancebito -dijo el uno- lidiador ahigadado, mozo de manos y buen compañero. ¡Vamos, que me retientan los dimoños! Con esto salimos de casa a montería de corchetes. Yo, como iba entregado al vino y había renunciado en su poder mis sentidos, no advertí al riesgo que me ponía. Llegamos a la calle de la Mar, donde encaró con nosotros la ronda.

Admitióse la propuesta, y se acostó Su Excelencia por el suelo, porque estando en pié su cabeza era muy mas alta que las nubes; y nuestros filósofos le plantáron un árbol muy grande en cierto sitio que Torres ó Quevedo hubiera nombrado por su nombre, pero que yo no me atrevo á mentar, por el mucho respeto que tengo á las damas; y luego por una serie de triángulos, conexôs unos con otros, coligiéron que la persona que median era un mancebito de ciento y veinte mil piés de rey.

D. Juan quedó estupefacto, aterrado; en toda la tarde no había cesado de reír aquella locuela burlándose de cierto mancebito que seguía pertinazmente su coche. ¿Qué te pasa?... ¡Fernanda! ¡Hija mía! La niña no respondió. Con el pañuelo en los ojos, el cuerpo sacudido por fuertes estremecimientos, lloraba cada vez más perdidamente. ¡Fernanda, por Dios, que la gente se está fijando!

Ahora presentaba un mancebito que volvía de la lucha callejera a su casa, herido mortalmente, y consternando a su familia del modo que cualquiera puede figurarse.

Aunque no es este el premio que yo espero De la fama, que á tantos he adquirido Con alma grata, y corazon sincero. Un cierto mancebito cuellierguido, En profesion poeta, y en el trage A mil leguas por Godo conocido: Lleno de presuncion y de corage Me dixo: bien yo, señor Cervantes, Que puedo ser poeta, aunque soy page.

-Si yo la tuviera de agua -respondió Sancho-, pozos hay en el camino, donde la hubiera satisfecho. ¡Ah bodas de Camacho y abundancia de la casa de don Diego, y cuántas veces os tengo de echar menos! Con esto, dejaron la ermita y picaron hacia la venta; y a poco trecho toparon un mancebito, que delante dellos iba caminando no con mucha priesa; y así, le alcanzaron.