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Ordena el diablo que a la hora y punto que la moza iba subiendo por la escalera, que era angosta y oscura, con los platos y olla, yo estaba en un paso de una montería, y daba grandes gritos componiendo mi comedia; y decía: Guarda el oso, guarda el oso, que me deja hecho pedazos, y baja tras ti furioso;

Hubo música y asistió un innumerable concurso, siendo de notar que esta funcion no se celebraba como ahora, sino que los toros eran alanceados por los monteros ámanera de una monteria ó caza.

-Mancebito -dijo el uno- lidiador ahigadado, mozo de manos y buen compañero. ¡Vamos, que me retientan los dimoños! Con esto salimos de casa a montería de corchetes. Yo, como iba entregado al vino y había renunciado en su poder mis sentidos, no advertí al riesgo que me ponía. Llegamos a la calle de la Mar, donde encaró con nosotros la ronda.

Su madre D.ª Elvira de Zúñiga, temerosa de los estragos que suele causar en los jóvenes de alma mas generosa la vida de soldado, le retenia con frecuencia en Belalcázar, aunque servia á los Reyes Católicos en su corte y en las guerras contra los moros, y el valeroso caballero se daba á la montería, ejercicio muy propio de la gente moza y noble en aquellos tiempos.

Ataide exclama, cuidadoso, mas sereno: ¡el leon en montería, el feroz divertimiento que da á su doliente Leila Aben Jucef el soberbio! ¿Mas por qué de las bocinas no se percibe el acento, ni los ardientes lelíes de los ágiles monteros, ni acorralando á la fiera el ladrido de los perros? ¿Por qué esos rugidos suenan solitarios y siniestros, y la vega los repite cual los repite el Desierto cuando su rey vaga errante de hambre y sed calenturiento.

Grande disgusto tuvieron las damas hispalenses al conocer el documento, habiendo muchas á quienes no les asustó ni lo de la multa de los veinte mil maravedís, ni lo de la pérdida del manto, y se presentaron envueltas en él por las calles, en las iglesias y en los corrales de La Montería y en el Coliseo.

A Luis Diaz 40 ducados por el de La Demanda que pone el demonio al género humano, con 7 figuras. A Alonso Ramírez por una danza de espadas con 18 figuras. A Lorenzo Núñez por la danza llamada de «La Montería" con 10 figuras. A Melchor de San Miguel por otra de los galanes, ninfas y un toro. A Diego Hernández morisco, 22 ducados por otra con 8 figuras y una ermita.

No se limitaron á estos desahogos, con los que ya estaba bien alborotada la población, sino que por la tarde acudieron en gran tropel y confusión al teatro de la Montería, y penetrando en él, arrollaron al público, ocupando aposentos y bancos, obligando á los actores á que volviesen á empezar la representación, que ya estaba próxima á concluir.

Apolo desollando a un sátiro. Retrato ecuestre de Felipe IV. Un caballo. Otro bayo. Un jinete. Otro. Retrato de un príncipe. Retrato de Ochoa, portero de Palacio. Retrato de Cárdenas, el bufón toreador. Calabacillas, bufón. Velasquillo, bufón. Dos retratos. Catorce cabezas en ocho lienzos. Montería de lobos. Felipe IV cazando jabalíes. Una cornamenta de ciervo. Un pelícano y otros pájaros.

Ni les salieron fallidas sus esperanzas, porque en todo el viaje se hallaron provistos de montería y de pesca con tal providencia, que en las mayores angustias era más abundante y de mejor cualidad el socorro.