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Por un doblón de dos caras se nos muestra alegre la triste del procurador y de todos los ministros de la muerte, que son arpías de nosotras las pobres gitanas, y más precian pelarnos y desollarnos a nosotras que a un salteador de caminos; jamás, por más rotas y desastradas que nos vean, nos tienen por pobres; que dicen que somos como los jubones de los gabachos de Belmonte: rotos y grasientos, y llenos de doblones.

Corneta en persona; la retaguardia, también de siete, que va mandada por Dumanoir, y el cuerpo de reserva, compuesto de doce navíos, que manda Don Federico. No me parece que está esto mal pensado. Por supuesto que van los barcos españoles mezclados con los gabachos, para que no nos dejen en las astas del toro, como sucedió en Finisterre. A ese señor todo le parece fácil.

Y era así, que los mozos gabachos del comendador, que todo el día anduvieron guantando con blanco a los vagantes, y sujetando jirones y añaceas al manto de las dueñas, encontrando de estantigua al buen Tomillas, por la media noche le arremetieron con algazara, e le atapaban la boca con poleadas de yeso, cual a chico mamón, e el cuitado gritaba: "Que me rematan a coces y cucharadas."

Decidme, gentil hombre, ¿sedes poeta? Que según faciedes uso de hipérbole, o yo no me apellido Aldonza, o podéis bien facer un poema: andad a vuestro puesto, don Babieca, que eso que vos semejan campañarios habían de ser los mozos gabachos del comendador Núñez, que facen burlas e escarnios ruando por el barrio, como que hoy es martes de antuejo. Idos, idos, e non conturbéis nuestros coloquios.

Ahora continuó, apoyando sus palabras con pataditas nerviosas , ahora, todo muerto por culpa del maldito Lyón, de esos gabachos que con sus máquinas endiabladas nos han arruinado.... Ya no hay moreras en la huerta; en las barracas se ha perdido la memoria de las cosechas de capullo, y ha muerto una industria... industria no; un arte que nosotros, aunque cristianos viejos, heredamos directa y legítimamente de nuestros abuelos los moros.... ¿Y en esto consiste el progreso? ¿En que unos pueblos roben a otros sus medios de vida...? Pues me futro en él y en los que le defienden.

¿Qué comedia puede ser, Si en Francia, según me han dicho, En prosa se representan? No iguala al suave estilo De la poesía española Ninguna nación. Carrillo, ¡Bravas damas! Extremadas. ¡Qué de gabachos que miro! Ya empezarán la comedia, Que ha llegado el rey Enrico. Así alivio del gobierno los cuidados. Al fin, Monsieur de Bolí, ¿Que vas contra el rey de España?

A D. Baldomero le pareció muy bien el viaje del chico, para que viese mundo; y Barbarita no se opuso, aunque le mortificaba mucho la idea de que su hijo correría en la capital de Francia temporales más recios que los de Madrid. A la pena de no verle uníase el temor de que le sorbieran aquellos gabachos y gabachas, tan diestros en desplumar al forastero y en maleficiar a los jóvenes más juiciosos.