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Y , ¿cómo estás?... siempre tan famosa... le dijo Fortunata acercándose y poniendo una cara fingidamente amable; pero en la cual no era difícil ver la cruel suavidad con que algunas fieras lamen a la víctima antes de devorarla. Y , ¿dónde te metes? balbució Aurora muy cortada, sin saber para dónde volverse. Por fin se dirigió a las señoras que allí estaban; pero no supo qué decirles.

Prosupuesto esto, has de considerar que yo padezco ahora la enfermedad que suelen tener algunas mujeres, que se les antoja comer tierra, yeso, carbón y otras cosas peores, aun asquerosas para mirarse, cuanto más para comerse; así que, es menester usar de algún artificio para que yo sane, y esto se podía hacer con facilidad, sólo con que comiences, aunque tibia y fingidamente, a solicitar a Camila, la cual no ha de ser tan tierna que a los primeros encuentros con su honestidad por tierra; y con solo este principio quedaré contento y habrás cumplido con lo que debes a nuestra amistad, no solamente dándome la vida, sino persuadiéndome de no verme sin honra.

Blanca, pálida como de costumbre, lo llamaba a ratos a su lado, le pasaba la mano por la cara, le daba en ella cariñosas palmaditas con una fisonomía fingidamente huraña y resentida, ante la cual el viejo comenzaba por aflojar las rodillas, y por estirar los labios, y concluía por caer rendido como un criminal arrepentido, sobre un muelle y riquísimo puf que la enferma había hecho acercar a su lado.

Y el duque, riendo sincera o fingidamente, la echó un brazo al cuello y comenzó por un lado y por otro a manosearla como buscando el sitio donde tuviera oculto el dinero. Dando una fuerte sacudida la joven se desprendió de sus brazos y se levantó: Oye, .... ¿Me tomas por una ladrona? exclamó enfurecida. No, sino por una guasoncilla. ¿Te has querido reir de , verdad?

Aumentaba el número de los señores graves que permanecían de pie cerca de ella contemplando el mar con aire pensativo, mientras de sus labios fingidamente inmóviles dejaban caer proposiciones con acompañamiento de cifras. Marcela ya no hablaba con Isidro de la gran casa de París que le había confiado su representación.

El buen Sancho se refociló tres días a costa de los novios, de los cuales se supo que no fue traza comunicada con la hermosa Quiteria el herirse fingidamente, sino industria de Basilio, esperando della el mesmo suceso que se había visto; bien es verdad que confesó que había dado parte de su pensamiento a algunos de sus amigos, para que al tiempo necesario favoreciesen su intención y abonasen su engaño.