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La última campaña la hizo en la Ferrolana, y con esta fragata dió la vuelta al mundo, con el cual viaje acabó de conquistar el prestigio que le iban dando entre sus compañeros sus muchos conocimientos como marinero, su valor, su buen corazón... y sus férreos puños.

La última campaña la hizo en la Ferrolana, y con esta fragata dió la vuelta al mundo, con el cual viaje acabó de conquistar el prestigio que le iban dando entre sus compañeros sus muchos conocimientos como marinero, su valor, su buen corazón ... y sus férreos puños.

Un mes en aquellos mares, deja al hombre que no le conoce la madre que le parió...; ¡tiña, más amarillo y más relambío se pone!... Guerras no hay ahora que le obliguen á uno á soltar un par de andanas á cada instante...; y como nusotros, en la Ferrolana, vimos cuantos mares Dios crió y cuanto mundo se pué ver, ¿á qué ha de ir naide ya por onde nosotros fuimos? ¡Tiña, no lo quiera Dios...; que hoy se asa usté vivo, mañana se aterece de frío, aquí calenturas, más allá sarna...; ¡hombre, qué climen más endino!...; ¡y qué gente, me valga Dios!; más colores tiene que una julia.

¡Con su cuenta y razón, tiña; no de ese modo!... ¡Un terrestre! ¡Á la Ferrolana pudo haberse atracado él á repartir licencias cuando dábamos la vuelta al mundo! ¡Bien saben ellos ónde se meten!... ¡Harto será, tiña, que no te güelvan á llamar; porque la ley es ley, y el que la hace la paga, si no es hoy, mañana!

Creía el valiente veterano de la Ferrolana que, aunque con trabajillos, lograría irse haciendo á los nuevos resabios del gremio, y vivir en paz, si no á gusto, los pocos años que le quedaban de vida; y por conseguido lo daba ya, cuando cayó sobre sus anchas espaldas el peso insoportable de un infortunio con que jamás había soñado.

Pues nada; que tenía que esconderme para comer a mi gusto. ¿Y cuando me sermoneaba porque no tengo ese aire de francesa que tiene la Antoñita, esa que está con Villalonga, y otra que llaman Sofía la Ferrolana? «Hasta en la manera de sentarse se diferencian de ti me decía . Fíjate bien en aquel aire de abandono o de viveza según los casos; en aquella gracia, en aquel modo de andar por la calle.

Nació para hacer la felicidad de un apreciable albañil, y no ve nada más allá de su nariz bonita. ¿Pues no le ha dado ahora por hacerme camisas? ¡Buenas estarían!... Habla con sinceridad; pero sin gracia ni esprit. ¡Qué diferente de Sofía la Ferrolana, que, cuando Pepito Trastamara la trajo del primer viaje a París, era una verdadera Dubarry españolizada!

«Si esta pavisosa pensó Santa Cruz mirándola también , viera con qué donaire se sienta en un puff Sofía la Ferrolana, tendría mucho que aprender. Lo que es esta, ni a palos aprenderá nunca esas blanduras de la gata, esos arqueos de un cuerpo pegadizo y sutil que acaricia el asiento ¡Ah!, ¡qué bestias nos hizo Dios!...».

Dime una cosa... ¿Te has fijado en determinada mujer? le preguntó su amiga mirándola de hito en hito. No ; esta noche se me ocurrió si será Sofía la Ferrolana, o la Peri, o Antonia, esa que estaba con Villalonga. Es natural, piensas en las que conoces. ¿Qué me das, querida mía, si te lo averiguo?