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En Oriente, sobre todo, los trabajos de Lacoste, Estenoz, Ivonet y otros apóstoles del racismo, se realizaban á pleno sol, en la plaza pública, en medio de la calle: todo el mundo estaba perfectamente enterado de lo que ocurría, y es de suponerse que el gobierno central y las autoridades locales también lo sabían.

Esta reunión de los tres principales cabecillas entre Guantánamo y Santiago hizo posible que el gobierno dirigiese todas las tropas de la República contra un solo punto, lo que no habría ocurrido si Estenoz, más arrojado, se hubiera puesto á la cabeza de sus parciales en las llanuras de Occidente.

Si Estenoz hubiera obtenido la derogación de la Ley Morúa, bien por medio de la propaganda pacífica, bien empleando la violencia, se habría convertido en jefe nato de los negros que habitan la isla, y que constituyen un crecido tanto por ciento de su población total, lo que equivale á decir que el ambicioso cabecilla hubiera dispuesto á su antojo de una fuerza electoral irresistible, que ora empleada en beneficio de su raza, ora valiéndose de ella para robustecer á cualquiera de los partidos legítimamente constituídos, habría jugado, en todos los casos, un papel decisivo en la política cubana.

Los conservadores para obtener el poder y los liberales para conservarlo, hubieran pagado á cualquier precio la cooperación de Estenoz; y el leader de los titulados Independientes de Color, cargado de honores y riquezas, habría llegado á ser la figura central de todas las situaciones.

Otra era, á juicio nuestro, la finalidad que perseguía Estenoz; y aún á trueque de que se nos tache de excesivamente crédulos de cándidos, si se quiere afirmamos sin vacilar que su sueño dorado consistía en obtener la derogación de la llamada "Ley Morúa".

No es ya la Ley Morúa lo que preocupa á los directores del movimiento; y la carta de Evaristo Estenoz al cónsul de los Estados Unidos en Santiago, prueba que los que hace un mes se lanzaron al campo invocando los derechos de una raza, se darían por satisfechos hoy á los treinta días cabales de iniciado el movimiento con escapar al plomo y el machete de sus incansables perseguidores.

Hemos dicho ya, y no nos cansaremos de repetirlo, que si Estenoz, más osado, hubiese tenido bastante valor para levantar la bandera negra en las provincias occidentales, difícil, si no imposible, hubiera sido la tarea de aplastar el movimiento, puesto que el ejército relativamente poco numeroso, habría tenido que fraccionarse.

Evaristo Estenoz, hombre ambicioso y de muy elástica moral, producto acabado y típico de una gigantesca revolución ultrademocrática que trastornó por completo la vida social y política del país, encumbrando á los menos capacitados y hundiendo en las sombras del olvido los más brillantes talentos y los más sólidos prestigios; Estenoz, que sin estar dotado de verdadera inteligencia poseía la vivacidad característica del politicastro surgido de los comités de barrio, era tal vez entre todos los suyos, el único que aspiraba con toda sinceridad á obtener la derogación de la expresada ley, que inspirada acaso en el deseo de contener á los blancos, sólo ha servido, á juzgar por los hechos, para exasperar á los negros.

El movimiento estenocista no tuvo, pues, como se empeñan algunos en afirmar, un carácter francamente político. Los únicos que tal vez obraban con sinceridad al combatir la Ley Morúa eran Estenoz y sus principales lugartenientes, por ser ellos los únicos á quienes la derogación de la tal Ley interesaba.

De los primeros en llegar, al teatro de las operaciones, este bizarro militar tuvo la gloria de administrar á los alzados la primera derrota que sufrieron, en Yarayabo, y posteriormente cúpole en suerte asestar el golpe decisivo á la rebelión, dando muerte á su jefe principal, al ambicioso Estenoz, en los campos ensangrentados de Micara.