United States or Falkland Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Yo también lo soy. ¿Eres huérfana? También soy huérfano. El cariño maternal no ungió nuestra frente con sus besos envidiables. Ámame. Nada puedo ofrecerte de cuanto el mundo codicia y aplaude, ni riquezas, ni poder, ni gloria. Pongo en tus manos mi corazón, mi pobre corazón trémulo de amor. Al dejar el libro en que leía yo, levanté los ojos para mirar a la doncella. ¡Nunca más hermosa!

Miguel, luchando con innumerables contrariedades de todo género, escribia artículos, hacía versos para mil objetos distintos, traducia en tres dias una pieza ó una zarzuela que solia representarse con ajeno nombre, y en vano pedia á los sucesos un momento de tranquilidad para hacer al fin algo más digno de sus envidiables facultades.

La estadística, que forma la verdadera historia de los pueblos, presenta en la antigua Helvecia con respecto á instruccion y moralidad caractéres propios de la civilizacion, datos consoladores, cifras envidiables. Entre los lagos mas notables de la Suiza, sobresale y descuella el de Lucerna, ciudad católica, y una de las primeras.

El veinticuatro de Sevilla, D. Fernando Melgarejo, hombre de alta posición y muy conocido de todos fué de aquellos que dejan fama entre sus contemporáneos, bien que ésta no era de las envidiables, aunque muy sonada.

¿Qué diantres de personajes serán estos viejos? se preguntaba él cavilando . ¿Serán en realidad profundamente sabios, estarán de buena fe, llenos de vanidad y de soberbia por la comodidad y el regalo con que viven, gracias a sus envidiables inventos o habrá en ellos algo de embaucadores y de farsantes? Así discurría Miguel de Zuheros, pero se callaba y ni al doncel sutil confiaba su discurso.

Marcelo siguió la carrera eclesiástica, Luciano estudió medicina, y ambos simultáneamente, por su virtud, y su mérito, llegaron a ser, uno espejo de sacerdotes, y otro modelo de hombres de ciencia; citándose al par en el mundo como justamente envidiables, la gloria alcanzada por Marcelo en el pulpito y los concilios, y el prestigio conquistado por Luciano en los laboratorios y hospitales.

Imaginábase que los españoles o los contrabandistas se apoderaban del castillo. ¡Pobrecilla!... Por fortuna no tardé en tranquilizarla... ¿Y qué tal va su salud, y la de usted? Envidiables. ¿Se han aburrido ustedes mucho en mi ausencia?... ¿qué han hecho aquí, entretanto? Ayer tuvimos reunión, y jugamos al whist y al boston. ¡Perfectamente! Y, a propósito, tengo que reprender a usted.

Una serie de placeres envidiables se presentó a su imaginación: recepciones, viajes, yachting, automovilismo; todas las manifestaciones de la vida suntuosa y sportiva parecían ser las favoritas de Huberto.

Si no creyese yo que en las Odas de don Eduardo Marquina se revelan muy envidiables prendas de poeta lírico, no hubiera disertado tanto con ocasión de su lectura. Cuanto hay en ellas de bueno procede del propio ser del poeta.

A que resultara grata la permanencia en Saludes contribuía mucho el director facultativo, hombre de treinta o pocos más años, simpático, muy inteligente, y en quien se daban reunidas raras circunstancias y envidiables prendas. El doctor Ruiloz era el primogénito de un banquero, socio principal de la casa Ruiloz y Compañía, de Madrid.