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En la recaída tiene a este hombre a su lado, que se afana por entretenerla, que la aconseja bien y lleva sus miramientos y delicadezas al extremo de olvidar, o de aparentar que olvida, que hay entre ambos un duelo galante convenido y aun comenzado.

Así acontece con las lágrimas que vertemos por las primeras penillas de la vida: llanto sin amargura, rocío leve, que antes refresca que abrasa. Comenzaban a entretenerla las estaciones y la gente que se asomaba curiosa a la portezuela, escudriñando el interior del departamento.

Valle había conseguido acercarse a la primogénita de los Rivera, y procuraba entretenerla agradablemente hablándole de sus muchísimas ocupaciones, lo requerido y solicitado que era de todo el mundo, los aplausos que ganaba donde quiera que pedía la palabra, etc., etc.

Pepe Castro, que no era hombre ilustrado ni ingenioso, sabía no obstante entretenerla agradablemente con cuentecillos de salón, murmuraciones casi siempre de las personas por quienes ella sentía marcada antipatía. El recurso era burdo, pero surtía admirable efecto.

Si lo haces por dilatarme la prometida merced, desde más lejos pudieras entretenerla, porque tanto más fatiga el bien deseado cuanto la esperanza está más cerca de poseello; pero, porque no digas que no respondo a tus preguntas, digo que conozco a tu esposo Anselmo, y nos conocemos los dos desde nuestros más tiernos años; y no quiero decir lo que tan bien sabes de nuestra amistad, por no me hacer testigo del agravio que el amor hace que le haga, poderosa disculpa de mayores yerros.

Cuando el carruaje comenzó a rodar, Emilio, para desarmar a su suegra, quiso, como un chiquillo que era, desviar el rayo sacando una conversación que pudiese entretenerla. ¿Ha visto usted qué audacia la de Amparo? La creía capaz de muchos desatinos, pero no de uno semejante. Y habló de la Amparo con gran verbosidad sin conseguir que su suegra desplegase los labios.

DORA. Le ruego que me perdone si mi visita le ha causado alguna pesadumbre. JULIA. Mi pesadumbre pasó hace ya mucho tiempo. Sin duda voy a empezar otra vez mi vida. ¡No hago otra cosa de veinte años a esta parte! DORA. Me dolería entretenerla más tiempo. Acompaña a Dora y luego entra en el salón, donde la señora anciana acude a su encuentro. LA SE

Comenzó entonces para las dos amigas una existencia valetudinaria. Lucía no se apartaba de Pilar, sacándola al balcón a respirar el fresco si hacia bueno, acompañándola si no en su cuarto, procurando entretenerla y hacerle menos tediosas las horas. Sentía ya la enferma esa impaciencia, ese deseo de mudar de aires y sitios que acosa generalmente a cuantos padecen su mal.