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Dirigí una mirada entristecida a mi vieja cama querida. Para ésa no había habido necesidad de dibujos. Me la habían hecho en medio día; seis tablas y cuatro montantes. Lo mejor continúa ella, sería escribir a Lotario pidiéndole que elija en Berlín lo más bonito y más fino que encuentre en las tiendas. ¡Haz lo que quieras, y déjame en paz! le dije, enervado.

Su cuerpo, enervado, incapaz de movimiento, adquirió súbito la ligereza de un pájaro. Quería salir prontamente de aquella estancia y surcar los aires y cantar su gozo. Cualquiera podría observar el cambio operado en ella.

El temperamento sombrío, extravagante, fanático de los Gayoso se ha ido exaltando en él poco a poco con el roer incesante del remordimiento; ha trastornado su imaginación, ha enervado su escasa actividad y ennegrecido su existencia. Le molestan los hombres. En todas las miradas piensa ver hostilidad; en las frases más inocentes, alguna aviesa intención que hace hervir su sangre de coraje.

El efecto de mis palabras sobre el corpulento capuchino, cuya figura parecía casi gigantesca, debido al grosor de su poco artístico hábito, fue tan curioso como inesperado. El anuncio de la muerte de Blair pareció dejarlo totalmente enervado.

Por el espíritu suspicaz de Miranda no cruzó ni sombra de recelo entonces, y dijo con naturalidad: La señorita se habrá ido a dormir; está muy cansada... pero vete, chica que yo enviaré a Sardiola. Así lo hizo, en efecto, y oyendo en seguida la campana que llamaba a la mesa redonda, bajó al comedor, sintiendo aquel día excelente apetito, cosa no cotidiana en su enervado estómago.

No hay ninguna florecilla que pueda rivalizar contigo en gracia y en belleza, cuando balanceas al soplo del aire tu corona blanca y rosada. Toda la pompa de las otras flores, sin exceptuar a la rosa, no puede compararse con tu modesta belleza. Tu tallo enervado es el emblema de la melancolía, y la movilidad de tu cáliz flotante expresa las agitaciones de un corazón joven.

Veinte años antes, Simón Cerojo no se hubiera fijado siquiera en estos imponentes detalles, y hubiera caminado impávido a la misma hora y por el mismo sendero, entonando unas seguidillas, a pesar de la lluvia y del frío. Pero la vida regalona y el apego a las comodidades del rico Peñascales, habían enervado los bríos y arrugado el corazón del apuesto cortejante de la arisca Juana.

No cuentan bastante con el pueblo, ni confían en él considerándole enervado por siglos de esclavitud y porque además el pueblo no combatiría para ser libre, sino para sacudir un yugo y someterse a otro yugo. Los brahmanes esperan con todo que el pueblo combata en favor de ellos, impulsado por el fanatismo religioso que procuran infundirle.

Y Enrique Thomas, agotado, enervado, casi doloroso, concluía por someterse. Muchos años después pasó al teatro del Gimnasio, y allí, bajo la autoridad durísima del veterano Montigny, siempre descontento y regañón, acabó de perfeccionarse en su arte. A Montigny todo le parecía mal.