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Aun así, en esto de encerrar en una novela o en un poema el saber, no con fin didáctico, sino con fin estético, los antiguos nos llevan enorme ventaja. Homero pudo poner en la Iliada cuanto en su tiempo se sabía y no poco de lo que estaba en germen y en lo futuro debía saberse o inventarse. Ya la Divina Comedia, del Dante, es harto menos comprensiva de ciencia.

La verdad, velada en la imagen o símbolo, seguirá siempre grabándose mejor en el alma de las muchedumbres, que la verdad, o la teoría que pretenda pasar por tal, expuesta con método didáctico rigoroso. Así la poesía será menos poesía, será menos bella, será más fría y más sin alma; pero podrá ser útil.

Como cierta vez leyese esta frase de Pidal: «Jáctome de ser escolástico», Belarmino se dijo: «Te lo había olido; también Bellido se jactará de ser escorbútico....» La urraca no aprendía a hablar, pero Belarmino no se impacientaba, y resistía resignado aquel baño abundante de vulgaridad, más por su conveniencia y para no soltar las amarras con el mundo, que por interés didáctico hacia el avechucho.

El poder didáctico de Rafaela jamás realizó en nadie tan rápidas y provechosas mudanzas como en el ánimo y en todo el ser de Arturo Machado. Las saudades que él tenía de París, y que le hacían fastidioso a él mismo y a las demás personas, se disiparon por completo.

Esto trajo grandísimas ventajas, pero dio vida a extrañas aspiraciones, inspiró sobrado menosprecio de reglas, que, por estar formuladas de un modo empírico, no dejan de ser razonables y prudentes, y avivó en muchos el deseo, y engendró el imposible propósito, no ya de enseñar una ciencia en un poema didáctico sin acción, sino de enseñarlo todo en la acción del poema, acción maravillosa y simbólica, cada uno de cuyos momentos había de entrañar misterios profundos.

La novela cuya publicación iniciamos hoy significa un triunfo para su autor y una conquista para las letras nacionales. Don Enrique de Vedia, acreditado ya como escritor didáctico y publicista vigoroso, también había hecho apreciar en varias ocasiones sus cualidades de narrador y sus dotes de inventiva.

Los demás libros, que tratan de la historia del teatro español, ó que prometen tratar de ella, según sus títulos, son los siguientes: Poética de Martínez de la Rosa. Este poema didáctico, en el cual se sustentan las doctrinas de Boileau, va ilustrado con notas generales relativas á la poesía española, y por tanto á la dramática.

Acudió a reforzar su patriótico intento el prurito didáctico que había en su alma y que jamás la abandonaba. Se propuso mejorar la condición de aquel extraviado mancebo, hacerle aborrecer el desorden y el despilfarro absurdo, y hacerle amar el orden y la economía.

Cervantes empezó a escribir en verso, y no tenía todo el bigote cuando ya había escrito sus pastorales y canciones a la moda italiana. Wieland, el poeta alemán, leía de corrido a los tres años, a los siete traducía del latín a Cornelio Nepote, y a los dieciséis escribió su primer poema didáctico de El Mundo Perfecto.

Pero al tomar todo esto como elementos de su arte, no conviene a mi ver, que se empeñe en ser didáctico, porque se expondrá a enseñar menos y peor que lo que enseña el más pobre de los manuales y a faltar a su vocación de artista, sin crear la belleza y sin producir el deleite estético por el vano empeño de patentizar y divulgar inauditas verdades.