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Silbó la locomotora, prolongada, triste, agudamente; lanzó después sordos bufidos de angustia, cual si le costase esfuerzos supremos remover el cortejo de vagones que le seguían; por último, empezó a caminar suave y majestuosamente; después con más celeridad, aunque no mucha.

No le importaba que le costase caro el viaje a Citerea; pero sentía repugnancia invencible a pagarlo al contado, como si besos y caricias fuesen guantes y corbatas: gustábale, por el contrario, dejar espacio entre el placer y la remuneración para poetizar y envolver en voluntarias ilusiones lo prosaico de la realidad, prefiriendo gastarse muchos centenares en un regalo a dejar unos pocos sobre una mesa de noche o dentro de un sortijero.

Con todos estos defectos, que aquí y en otras partes muchos consideran virtudes, aunque virtudes exageradas, D. Gumersindo tenía excelentes cualidades: era afable, servicial, compasivo, y se desvivía por complacer y ser útil a todo el mundo aunque le costase trabajo, desvelos y fatiga, con tal de que no le costase un real.

A veces una frase de Julio parecía, sin embargo, buscar la intimidad y la confianza; algo invisible la impulsaba entonces, más que nunca, a burlar la adivinada intención. Burlarle aunque tal victoria le costase la felicidad de su vida. Y no se explicaba a misma la razón oscura de este deseo. Porque sufría al pensar que él pudiera sufrir.

Volvió a su silla, permaneciendo inmóvil largo rato, como si le costase un gran esfuerzo interior hacer funcionar su tardo pensamiento. El demonio anda en libertad, señor... Era de esperar; ya lo dije yo... Cuando se quieren cosas imposibles, todo se enreda y se acaba la paz. Luego, levantando la cabeza, fijó sus ojos fríos y escrutadores en don Jaime.

Si no quieres insistió ella con enfurruñamiento , si te niegas a acompañarme, huiré sola. No te necesito: empiezo a conocerte. Un egoísta... como todos. Exaltándose con sus propias palabras, le miró hostilmente y aproximó su rostro a él, como si le costase trabajo emitir la voz, enronquecida de pronto. No me quieres. No me has querido nunca.

Pues bien; costase lo que costase, decidí resistir; era nuestro deber, y me dije: «¡La vida no vale nada sin honor!... ¡Muramos todos, si es preciso; pero no se dirá nunca que hemos entregado el camino de Francia! ¡No, no; nunca se dirá eso

Pero este fantasma de amor no le valía ya con el Conde. Verdadero amor, aunque nacido de envidia y celos, no le valía tampoco. El Conde, escarmentado ya del amor falso, tomaba por falso el verdadero. Era indispensable que el amor mostrase su verdad y su realidad, sin que ofreciese la más pequeña duda. Elisa ansiaba robar a doña Beatriz el corazón del Conde, costase lo que costase.

En tanto que esto decía Dorotea, aunque Cardenio tenía abrazada a Luscinda, no quitaba los ojos de don Fernando, con determinación de que, si le viese hacer algún movimiento en su perjuicio, procurar defenderse y ofender como mejor pudiese a todos aquellos que en su daño se mostrasen, aunque le costase la vida.

Debía conservar el lastre, bien que procurase seguir aumentando la energía ascendente; debía esforzarse, costase lo que costase, en no ir olvidando el idioma vulgar, a fin de usar de él con su hija y con alguna otra persona de su afecto, si fuese menester. Pero ¿cómo evitaría olvidarlo, si estaba a solas casi siempre?