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Reinaba en el barrio cierta confianza, una especie de comadrazgo perpetuo, un comunismo amigable: de casa a casa se pedían prestados, no solamente enseres y utensilios, sino «una sed» de agua, «una nuez» de manteca, «un chisquito» de aceite, «una lágrima» de leche, «un nadita» de petróleo.

Si el populacho nos pide los talleres nacionales, la alta vagancia nos pedirá algún día los casinos costeados por el Estado. Lógica, lógica, digo yo. Y a los que predican el comunismo les digo: «Estáis tocando el violón, porque el comunismo existe entre nosotros con tan profundas raíces como la religión: es nuestra segunda Fe.

No falta más que perfilarlo, darle la última mano, y ponerlo bien clarito en las leyes, tal como lo está en nuestras costumbres». »Ahora bien, señores, si esto no os gusta, empecemos por renovar la sociedad toda. Hagamos una revolución para destruir el comunismo, y esto es lo práctico, porque hacer revolución por establecerlo es como si encendiéramos el gas de las calles en pleno día.

Revolución, pues. Suprimamos la Administración, que es una hipocresía del reparto universal; suprimamos el presupuesto, que es la forma numérica del restaurant nacional; suprimamos las contribuciones, que son el almacenaje omnímodo de que se nutre el comunismo, y una vez suprimido esto, lo demás, ejército, gobierno, armada..., se suprimirá por mismo.

El hombre se ha sacrificado al país; el fraile se ha sacrificado al convento; el creador se ha sacrificado á la criatura. El Asia vivia en la fascinacion, Grecia y Roma en la fantasía; Esparta en el comunismo guerrero. El Asia coge la religion, la ciencia, la moral, la política, el arte, todo, y lo quema en nombre del volcan ó del astro.

Entonces diremos: todo acabó; nadie se encarga de nada... Que cada cual salga por donde pueda. Fúndese una sociedad nueva entre el estruendo de los palos. ¿Qué tal? , señores, el comunismo no muere sino ahogado en un océano de negaciones. Luego se unirán el interés y la fuerza para crear el nuevo derecho».

Cuántos poderes hay en este mundo que viven del comunismo, á estilo del honorable señor marqués de las Olivas y conde de los Estorninos! Hácia las cercanías de Córdoba las montañas de la Sierra toman un aspecto interesante, tanto por sus formas como por sus curiosidades y vegetacion.

Todos eran camaradas de peligros y luchas, y debían mirarse como hermanos, buscando el bienestar común. ¿A qué el reparto desigual de los víveres, la división de castas, la competencia en el trabajo, y sobre todo, la lucha por la existencia, que los filósofos y poetas de la clase explotadora pintaban como una condición indispensable de progreso...? El comunismo era la santa aspiración de la humanidad, el ensueño divino del hombre desde que comenzó a pensar, en los albores de la civilización.

Para tomar su punto de partida hacia más elevados destinos, la Naturaleza prefiere experimentar un encanto inmovible, penetrando en el obscuro sepulcro de ese triste comunismo en que cada elemento desempeña un papel insignificante, y enseña á dominar la inquietud individual, á concentrar la substancia en beneficio de las vidas superiores.