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Mi tío dijo Rafael odia tanto a los moderados, que pierde toda moderación para combatirlos. Calla, Rafael respondió la condesa ; combates y te burlas de todas las opiniones, y no tienes ninguna, por tal de no tomarte el trabajo de defenderla. Prima exclamó Rafael , soy liberal; dígalo mi bolsa vacía. ¡Qué habías de ser liberal! dijo con voz estridente el general.

No creo que pudiéramos acometer empresa más grata para la Santa Virgen, excelsa patrona de Aquitania. Ni más aceptable para todo español. En tal empresa cuente Vuestra Alteza con el apoyo absoluto de nobles y plebeyos, así en León y Castilla como en Asturias, Navarra, Mallorca y Aragón. Y aun para perseguir á los moros allende el mar y combatirlos en sus guaridas del África y de Oriente.

Suponiendo que cayésemos en el pesimismo más absurdo y admitiésemos el insulto, grande para Filipinas, pero mayor aún para España, de que todos los diputados fuesen separatistas, y de que en todas sus proposiciones mantuviesen ideas filibusteras, ¿no está allí la mayoría, española y patriota, no está allí la claravidencia de los gobernantes para oponerse á sus fines y combatirlos? ¿Y no valdría esto más que el descontento que fermenta y cunde en el secreto del hogar, en las cabañas y en los campos?

Salieron á combatirlos, mataron á pocos, y hubo algunos heridos de parte de los Orureños que bajaron, perdida la esperanza de superar las alturas que estaban ocupadas, aumentándose la consternacion, así como iba reforzándose el partido de los indios, con varias partidas que llegaban por instantes, y se colocaban en el Cerro de San Pedro.

Desde el momento en que Jacobo de Freneuse esté en presencia de sus adversarios, sólo él debe combatirlos, sin ayuda, á su placer. Usted no hará más que impedir que se le escapen... Doy á usted mi palabra de que así será. Ahora, separémonos y hasta mañana.

¡Los réditos! ¡Cuántas veces, por causa de ellos, se había golpeado la frente con los puños cerrados! ¡Cuántas veces había corrido, obsesionado, atontado, a través de los campos fangosos, para escaparse de esa tropa de demonios chispeantes; cuántas veces, en un acceso de loco furor, rompió con el puño algún utensilio, arado o vara de coche, como si cualquier arma le hubiera parecido buena para combatirlos!

Por esto no han de extrañar los Médicos, ni los Filósofos, ni los Letrados, que un Autor solo pretenda prevalecer sobre muchos, quando son sólidas y firmes las razones con que intenta combatirlos.

En ellos era instintiva la violencia; se indignaban ferozmente viendo desoído á Dios, que habla por su boca. Sus crímenes del pasado y sus pretensiones del momento, imponían el deber de combatirlos. Podían respetarse sus creencias, pero vigilándolos como locos peligrosos, teniéndolos en perpetuo estado de debilidad para que no intentaran imponerse por la violencia.