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Á imitación de las famosas Compañías Blancas de Duguesclín, personaje que también figura en esta obra de muy pintoresca manera, la Guardia Blanca inglesa se lanza de lleno en la contienda y tras breve permanencia en el Ducado de Aquitania, arrebatado por entonces á la corona de Francia, entra en España á la vanguardia del poderoso ejército que Eduardo de Inglaterra pusiera á las órdenes del Príncipe Negro para reinstalar en el solio de Castilla á su aliado Don Pedro el Cruel, á la sazón destronado por su hermano Don Enrique de Trastamara.

No tardó en presentarse el rechoncho caballero, rojo de indignación, con la inaudita noticia de que acababa de enviar un cartel de desafío á los señores de Chandos y Fenton, cancilleres del ducado de Aquitania y á quienes el príncipe encomendara la elección de los caballeros que con tanto lucimiento sostuvieron el honor de las armas inglesas en el torneo de la víspera.

LA GENERALA. ¡A ver...! Las «Damas de Aquitania», la Sociedad rival, se las habían compuesto para acaparar todos los heridos graves de París y todos los cirujanos famosos... ¡Figúrese usted cómo se burlarían de nosotras...! Yo me las arreglé de tal modo, que al fin decidieron enviar a nuestro hospital modelo una parte de los heridos, que las imbéciles de enfrente pretendían acaparar.

Aquel caballero de la barba entrecana, que sin duda ha llamado vuestra atención por su imponente figura y marcial aspecto, es Sir Guillermo Fenton. Tengo la honra de compartir con él las funciones de la Cancillería de Aquitania. ¿Y los nobles situados á la derecha de Don Pedro?

Bien se echa de ver que la paz de Bretigny no ha procurado gran sosiego á esta región, dijo el señor de Morel. En ella parecen haberse congregado cuanto malsín y aventurero quedaron por Francia y Aquitania después de la guerra, gente sin fe ni ley que vive del despojo y la violencia. Aquellas altas torres que allí véis pertenecen á la villa de Cahors, y más allá queda la tierra de Francia.

Si tenemos en nuestra Casa las más nobles lumbreras de la Ciencia, es gracias a . Ayer me di la maña suficiente para engatusar al renombrado práctico Moumel, que desea dejar a las «Damas de Aquitania» para operar en nuestro santuario; me prometió, además, explicar un curso de Rinoplastia y de Estomatología dos veces a la semana. ¿Sabe usted lo que son estas dos ciencias...?

Un escudero palurdo, acabado de desembarcar, dijo otro. ¡Bonito sería que además de nuestros jefes viniera á darnos órdenes el primer muchachuelo que abandone á su mamá y se aparezca en Aquitania! ¡Por Dios, mis buenos señores! suplicó la joven en mal francés ¡amparadnos! ¡Impedid que estos hombres nos maltraten!

La fama y brillo de la corte que rodeaba al príncipe Eduardo desde su instalación como Duque de Aquitania, atraían á numerosos caballeros de toda Europa y los torneos y justas eran por entonces espectáculos que con frecuencia presenciaban los vecinos de Burdeos.

Descuidad, Simón, seré prudente. No busques el peligro, mon petit, y espera á tener la muñeca algo más sólida. Oye; esta noche nos reuniremos algunos amigos en la Rosa de Aquitania, á dos puertas de tu hostería de la Media Luna, y si quieres vaciar un vaso en compañía de simples arqueros ¡bienvenido!

Vestido modestamente, nadie que no le conociese hubiera soñado ver en él al vencedor de tantas y tan grandes victorias, cuya fama llenaba el mundo. En su preocupado semblante se reflejaba en aquellos momentos una expresión de enojo. Á uno y otro lado del salón veíase triple fila de prelados y altos dignatarios de Aquitania, barones, caballeros y cortesanos.