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A esta procesión de azotados fue sirviendo el oficio de Alguacil mayor Don Diego Embid de Moros, con su vara levantada, y a su lado, Don Juan de la Puebla en dos bellos caballos, ricamente aderezados, acompañándoles muchos Familiares de autoridad.

Y esto hecho, mandó Inca Yupanqui á los señores del Cuzco que, para de allí á diez dias, tuviesen aparejado mucho proveimiento de maíz, ovejas y corderos, y ansímismo mucha ropa fina, y cierta suma de niños y niñas, que ellos llaman Capacocha, todo lo cual era para hacer sacrificio al sol. Y siendo los diez dias cumplidos y ésto ya todo junto, Inca Yupanqui mandó hacer un gran fuego, en el cual fuego mandó, despues de haber hecho degollar las ovejas y corderos, que fuesen echados en él, y las demás ropas y maíz, ofreciéndolo todo al sol; y los niños y niñas que ansí habian juntado, estando bien vestidos y aderezados, mandólos enterrar vivos en aquella casa, que en especial era hecha para donde estuviese el bulto del sol; y con la sangre que de los corderos y ovejas habian sacado, mandó que fuesen hechas ciertas rayas en las paredes desta casa; todo lo cual hacia y los sus tres amigos é otros; todo lo cual sinificaba una manera de biendecir y consagrar esta casa; en el cual sacrificio andaba Inca Yupanqui y sus compañeros descalzos y mostrando gran reverencia á esta casa y al sol.

La edad no hay que tratar, biznietos tenía en tahonas. De su raza no más de que sospecho era de judío según era medroso y desdichado. Iban tras los demás niños todos aderezados. Púseme cual V. Md. puede imaginar. Ya mis muchachos se habían armado de piedras y daban tras las revendederas y descalabraron dos.

Venían con ellos, asimesmo, dos gentiles hombres de a caballo, muy bien aderezados de camino, con otros tres mozos de a pie que los acompañaban. En llegándose a juntar, se saludaron cortésmente, y, preguntándose los unos a los otros dónde iban, supieron que todos se encaminaban al lugar del entierro; y así, comenzaron a caminar todos juntos.

Pero engañóse mucho en su creencia, porque, apenas comenzó a amanecer, cuando llegaron a la venta cuatro hombres de a caballo, muy bien puestos y aderezados, con sus escopetas sobre los arzones.

El referido maestro Pedro de Medina escribía: «Cosa muy justa es que el caballero que ha de entrar en batalla tenga sus armas y caballo bien aderezados, y en tal manera, que cuando fueren menester no le hagan falta.

En esto, volvió el cura el rostro, y vio que a sus espaldas venían hasta seis o siete hombres de a caballo, bien puestos y aderezados, de los cuales fueron presto alcanzados, porque caminaban no con la flema y reposo de los bueyes, sino como quien iba sobre mulas de canónigos y con deseo de llegar presto a sestear a la venta, que menos de una legua de allí se parecía.

Con el ìban solteros y casados, Casadas y doncellas de viage, En tres navios mal aderezados, Con una zabra mala y de mal trage. Al parecer

Tal vez le hayan dicho que una parte de ella anda por ahí en relatos novelescos... Pero la verdad es siempre más cruda, más intragable que los pequeños trozos realistas de los libros, aderezados con salsas de fantasía... La mujer que me trajo al mundo pereció como un animal, cansada de trabajar.

Yendo, pues, en él dando vuelcos a un lado y otro, como fariseo en paso, y los demás niños todos aderezados tras , pasamos por la plaza aún de acordarme tengo miedo y llegando cerca de las mesas de las verdureras Dios nos libre agarró mi caballo un repollo a una, y ni fué visto ni oído cuando lo despachó a las tripas, a las cuales, como iba rodando por el gaznate, no llegó en mucho tiempo.