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Actualizado: 20 de octubre de 2025


En el primer tercio del siglo XVI, y en un convento de frailes franciscanos, situado no lejos de la ciudad de Sevilla, casi en la margen del Guadalquivir y en soledad amena, vivía un buen religioso profeso, llamado Fray Miguel de Zuheros, probablemente porque era natural de la enriscada y pequeña villa de dicho nombre. No era el Padre alto ni bajo, ni delgado ni grueso.

Miguel de Zuheros desechó, pues, aquellos vanos pensamientos, se serenó, recobró su brío indomable, se arrojó del lecho y se revistió a escape las armas. Tomás Cardoso, teniendo de la pequeña hueste por ausencia de Tiburcio, acudió a llamarle desde la puerta de la alcoba. Armado ya Morsamor, salió a juntarse con Tomás Cardoso.

En el favor que pidió Miguel de Zuheros fue más dichoso que en la consulta. Sankarachária se le otorgó a medias. Morsamor quiso ver y hablar al Padre Ambrosio. Y el mahatma, si bien se excusó de ponerle al habla con el Padre para que el Padre no averiguase que él había revelado sus ocultas relaciones y tratos, todavía le prometió hacer que le viese, y en efecto, cumplió la promesa.

Y vagando por la frondosidad umbría de aquellos valles, apareció también a Miguel de Zuheros la virginal figura de doña Sol de Quiñones, que no le censuraba, sino que le compadecía de que volviese a verla, olvidado de su poético enamoramiento y acompañado y consolado por donna Olimpia. La Ínsula Firme se había sumergido también en el Atlántico como otras mil fábulas venerandas.

Hombres, mujeres y chiquillos cayeron sobre los dos, al parecer forasteros y judíos, y sin duda los hubieran despedazado, si no acuden muy a tiempo Miguel de Zuheros y Tiburcio, abriéndose paso por entre la alborotada y amontonada muchedumbre y sacudiendo golpes sobre ella, con las espadas desnudas, aunque procurando que fuese de plano, para no causar heridas ni muertes.

Muerto Balarán, y sabiendo ya Babur por sus esculcas las apenas creíbles hazañas de Miguel de Zuheros, iba, según anunciaba Tiburcio, a recibirle con palmas y laureles.

Larga y penosa dijo Miguel de Zuheros va a ser nuestra navegación hasta llegar a las regiones del extremo Oriente. Enorme es el rodeo que tenemos que dar, bajando hasta el Cabo de las Tormentas, hoy de Buena Esperanza, que Bartolomé Díaz dobló por vez primera.

¿Qué diantres de personajes serán estos viejos? se preguntaba él cavilando . ¿Serán en realidad profundamente sabios, estarán de buena fe, llenos de vanidad y de soberbia por la comodidad y el regalo con que viven, gracias a sus envidiables inventos o habrá en ellos algo de embaucadores y de farsantes? Así discurría Miguel de Zuheros, pero se callaba y ni al doncel sutil confiaba su discurso.

Nuestro barco no tiene aspecto guerrero, sino trazas de lo que es: de nave mercante que vuelve de la India. En su imaginación verá ya el corsario los ricos tesoros de que pronto va a hacerse dueño. Podemos pelear y defendernos, pero sin esperanza. Señor Miguel de Zuheros, creo de mi deber deciros mi opinión con franqueza.

Vuelo por la campiña: Castro el Rio, Bujalance, Cañete, Luque, Zuheros Doña Mencía, Baena, Espejo, Fernan-Nuñez, Montemayor, Montilla, Aguilar y el Lago de Zoñar, Cabra y su Sima, Lucena, Priego, Benamejí, Rute, Santaella: conclusion: 438. Guia para la colocacion de las láminas. Portada. Curvas de los arcos empleados en los diversos estilos arquitectónicos. 9

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