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Actualizado: 20 de octubre de 2025
La procesión iba con tanta pausa, que Miguel de Zuheros y Tiburcio no tuvieron que apresurarse para llegar a la Plaza del Rocío antes de que la procesión llegara. Poca gente había aún en dicha plaza, en uno de cuyos ángulos se pararon nuestros aventureros. Todo en torno estaba sosegado.
Desde que se retiró a su celda Fray Miguel de Zuheros, hasta que pasaron los tres días y se cumplió el plazo señalado por el Padre Ambrosio, la agitación del ánimo de Fray Miguel fue grandísima y apenas le dejó pocos instantes de reposo. Su sueño fue breve y lleno de extrañas visiones.
Con que haga el señor Miguel de Zuheros lo que mejor le convenga, y atrévase a todo, que por nosotros no ha de quedar.
Conocedor de las más notables alcurnias y casas de la nobleza castellana, los apellidos de Zuheros y de Simahonda sonaron mal y sordamente en sus oídos. Harto contrariado se sintió de esto Morsamor. No valía la pena de remozarse y de aparecer otra vez en el mundo como resucitando o resurgiendo a nueva vida para que le desdeñasen y le hiciesen tan poquísimo caso como en la vida antigua.
D. Aureliano tenía hacienda de olivar y viña en el cercano lugar de Zuheros; iba a menudo por allí, y se preciaba de saber, y había investigado y de seguro sabía, todo cuanto desde muchos siglos atrás había acontecido en aquella comarca.
Al encararse con Miguel de Zuheros, mirándole de frente, le hizo bajar los ojos deslumbrado por la viveza de aquel mirar y por la fuerza magnética de aquellos ojos verdes o glaucos como los de Minerva, Medea y Circe, y que podrían compararse a dos esmeraldas ardiendo en llamas.
Miguel de Zuheros y Tiburcio no se hallaban por dicha muy lejos de la calle que se iba abriendo, y como estaban a caballo bien podían verlo todo por cima de las cabezas de los que estaban a pie. Así es que no se molestaron ni se movieron para buscar mejor sitio, como si se avergonzasen de mostrar curiosidad plebeya.
duced by Chuck Greif Morsamor: peregrinaciones heroicas y lances de amor y fortuna de Miguel de Zuheros y Tiburcio de Simahonda Por Juan Valera Librería de Fernando Fé Madrid Al Excmo. Sr. Conde de Casa Valencia
Acaso la nave que hemos visto no lleva en vano el nombre de Victoria. Acaso va mandándola el otro portugués de cuyo nombre no os acordáis. ¿Y cómo se llama ese otro portugués? preguntó Miguel de Zuheros. Ese otro portugués contestó Fréitas se llama Fernando de Magallanes. Rarísimo personaje era Morsamor.
Parte pues, de la sublevación triunfante, se había adelantado hasta el borde del foso en tumultuosa muchedumbre. Sus gritos de júbilo llegaban claros a los oídos de Miguel de Zuheros, alentaban su valor y corroboraban su confianza.
Palabra del Dia
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