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prosiguió Miguel de Zuheros , Beatriz es la única mujer que me ha amado.

La autoridad de Miguel de Zuheros se restableció y fortaleció en cuantos quedaron con vida. Y aterrados unos por el castigo y entusiasmados otros por el valor y la serenidad que Morsamor y Tiburcio habían mostrado, resolvieron seguirlos sin más dudar ni vacilar, aunque los llevasen al mismo infierno. Honda tristeza abrumó el ánimo de Morsamor después de su triunfo.

Y si por acaso caía alguno de ellos en sandez por el estilo era para su vencimiento y vergonzosa desventura. Sírvante de lección la vida y los amores de Marco Antonio y Cleopatra, que habrás leído o habrás oído referir a personas doctas. Juiciosa es la doctrina que expones interpuso Miguel de Zuheros . No atino contradecirla ni a disputar contigo. El corazón, no obstante, puede más que la cabeza.

Allá en su interior, todo aquello repugnaba no poco a Miguel de Zuheros; pero cierto vehemente atractivo de amor vicioso luchaba con la repugnancia y la vencía. Morsamor no quiso o no se atrevió a rechazar los propósitos y ofrecimientos de donna Olimpia. Dichos propósitos se cumplieron.

Terminada aquella conversación, Miguel de Zuheros y su doncel soltaron las riendas a sus caballos, y a buen trote, y buscando rodeos para no tropezar con la muchedumbre que atajaba el paso, se dirigieron a la Plaza del Rocío, para ver de nuevo la procesión o pompa regia, que debía pasar por allí.

Cualquiera otro héroe, no atormentado del dolor más acerbo, hubiera tenido por altamente dichoso el éxito de aquella jornada y se hubiera enorgullecido de las distinciones honrosas de que colmó Babur a Miguel de Zuheros cuando este llegó a su presencia.

Además de esta habilidad, poseía otra más rara aún, que en lo sucesivo valió de mucho a su señor, Miguel de Zuheros. Tiburcio de Simahonda era, en aquella edad, aunque en grado más eminente, lo que ha sido en la nuestra el célebre Cardenal Mezzofanti.

A este punto de su perorata llegaba Tiburcio, cuando donna Olimpia y los que le acompañaban pasaron casi tocando con Miguel de Zuheros, el cual pudo ver bien y de frente a la dama. Estrella de amor le pereció y de primera magnitud y deslumbrante brillo.

El populacho, no obstante, pasado su primer asombro, arremetió contra Miguel de Zuheros y Tiburcio, yendo algunos de los que acometían armados de garrotes y de puñales.

Tomás Cardoso, grande amigo, admirador y fiel satélite de Miguel de Zuheros, había apaciguado los ánimos durante no poco tiempo y había procurado mantener viva en todos la esperanza; pero Tomás Cardoso acabó también por perderla y por cambiar su papel de apaciguador en el de cabeza de motín. Era Tomás Cardoso el más a propósito para este oficio.