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Seguro estoy de que sigilosamente y al oído, para no delatar á nadie, sin suficientes pruebas, no nos declara, ni el más zahorí en estos asuntos, dónde están veinte millones siquiera, el tercio de los sesenta que de Cuba han de haber venido á la Península. Los doscientos millones, pues, ó no se le quitaron al Tesoro ó casi todos ellos se quedaron en Cuba. Pretende el Sr.

Y sin embargo, tenéis mil adoradores repuso sonriendo el duque. Pues no soy diablo dijo la condesa ; pero soy zahorí. El tirador no acierta cuando el tiro salva el blanco. Os aplazo para dentro de aquí a seis meses, invulnerable Aquiles repuso la condesa.

Y como las imaginaciones no vienen solas, sino que nacen unas de otras, enredándose y trabándose como áurea cadena, doña Mencía no se contentó con fingir pasado lo que se acaba de decir, sino que se creyó conocedora y zahorí de lo presente y aun inspirada profetisa para ver a las claras las cosas futuras.

Esto no lo sabía nadie... ni él mismo quizá de un modo cabal... Nadie más que Cecilia, cuyos ojos de zahorí enamorada, leían claramente los pensamientos más vagos que cruzaban por la mente de su cuñado. Este manifestaba por ella una predilección tan afectuosa, tal entusiasmo y veneración, que era muy fácil confundir con el amor.

Juanito miró fijamente a su mujer, y después se echó a reír. Aquello no era adivinación de Jacinta. Algo había oído sin duda, por lo menos el nombre de la calle. Pensando que convenía seguir el tono festivo, dijo así: « sabías el nombre de la calle; no vengas echándotelas de zahorí... Es que Estupiñá me espiaba y le llevaba cuentos a mamá». Sigue con tu conquista. Pues señor...

La vanidad es un lente que aumenta las cosas más pequeñas. Con éste conviene envolver el «no» en un ligero «titeo» educador. Se le hace con ello un servicio, induciéndole a moderar el concepto fantástico fraguado por su insensatez. Hay el hombre que se las da de zahorí, de sagaz y penetrante para descubrir los sentimientos de la mujer.

Un hombre de facciones expansivas y despejadas, de ademan suelto; de trato festivo, casi epigramático; de palabra fácil, aguda, algunas veces armoniosa; de carácter sencillo en apariencia, doble en el fondo; ingénuo para los demás; trascendental para sus fines; liberal para todos; más liberal para mismo; ojo de águila; suspicacia de mercader; galantería de cortesano; pompa de noble, boato de banquero; esplendidez de favorito, magnificencia de monarca; griego en la fantasía; asiático en el gusto; sibarita en sus aficiones, en sus hábitos, en sus placeres; sobre todo, negociante en sus cálculos inspirados, vastísimos, fecundos, inagotables, geométricos; negociante en su increible actividad, en su audacia maravillosa; mago, hechicero, adivino, zahorí y alquimista, en materia de sacar oro de los carbones, ese es D. José Salamanca.

Era, no obstante, tan sigiloso y tan reservado que nadie, ni el mismo Padre Ambrosio, descubría los cambios que iban realizándose en el fondo de aquel alma, aunque el Padre Ambrosio visitaba a menudo a Fray Miguel y era perspicaz zahorí de los pensamientos ajenos.

También se diferenciaban notablemente en el humor. Ángela era desdeñosa, irascible, absolutamente incapaz de enternecerse, amiga de los placeres de la mesa sobre todos los demás. Lucía era romántica, llorona, con ribetes de literata, amiga de contar los sueños y los presentimientos, muy habladora, astuta y zahorí para explicar los misterios y laberintos del corazón; apenas comía.

Y no sólo los amigos, sino todas las comadres del barrio que frecuentaban la tienda llegaron pronto á sospechar lo que ocurría. Desde entonces cien ojos de zahorí los espiaron incesantemente: muy pronto se supo con todos los pormenores la caída del guapo y el estado de abatimiento á que su pasión le había reducido.